Y YO SIEMPRE HE PENSADO: las palabras más sencillas
Deben ser más que suficientes. Con decir lo que está pasando
A cualquiera se le tendría que romper el corazón.
Que te vas a pique si no sabes defenderte
De eso sin embargo tú mismo te darás cuenta.
(Bertolt Brecht)
Relato breve de la colección que Judith Hermann escribió en 1998, publicado en nuestro país con el título “Corales rojos” en el año 2000. Alabada por la crítica alemana como una nueva gran escritora, Judit Hermann (1970) representante del nuevo realismo, nacida en la Alemania de Willy Brandt y de la Rote Armee-Fraktion o Baader-Meinhof-Gruppe, que a la caída del muro ha tenido que buscarse un lugar en el firmamento de la literatura moderna más destacada de Europa.
Vivir bajo el imperio de las marcas, superar la “culpa”, y no oponerse al sistema conlleva una forma de ver y escribir la realidad que te rodea. Esto puede observarse en este pequeño relato. Escrito con oraciones simples, directas, vocabulario acorde al grupo de jóvenes, redactado como un recordar sin grandes expresiones sentimentales pero muy certero en sus descripciones de los escenarios.
La narradora se distancia de los personajes, agrupados, descritos a grandes rasgos, de su vida abandonada al aquí y ahora, rodeados de música sexo y vida fácil, sin pensar en el pasado mañana. Y como un poste del que fiarse (ayuda a todos para todo) está el personaje principal, Stein, repleto de señales que definen un mundo de la Alemania del Este, que lucha por situarse dentro del grupo pero que sueña con una casa. Una casa cerca de una Iglesia, con su torre redonda, en medio de un paisaje rural y pobre, lejos de la gran ciudad complicada y acomplejante.
La narradora no se implica, no entra en detalles que expliquen su grado de relación con el taxista Stein, únicamente describe con cierta frialdad todo lo que le rodea pero que en ningún momento explica sus actuaciones. En su decisión final es cuando mejor se define su abandono, ella y el grupo, no hacen nada, puede que lo hagan “más tarde”.
Después de leer este relato, cuando en los últimos meses se ha releído algo de Stefan George (Ven al parque considerado muerto y mira…), Rainer Maria Rilke (Cansada del pasar de los barrotes…), Georg Trakl ( Por la tarde resuenan en los bosques de otoño/las mortíferas armas…), Franz Kafka (Era domingo por la mañana en lo más hermoso de la primavera…), Eric Maria Remarque (La noche es insoportable, no podemos dormir, miramos fijamente a lo que tenemos delante de nosotros y soñamos despiertos…), Bertolt Brecht (Ya sé que sólo se aprecia/ a quien es feliz. Su voz/se escucha con agrado…), Thomas Mann (De Torre di Venere guardo el recuerdo de una atmósfera desagradable…), Mascha Keléko (Casa sin tejado/ niño sin cama/mesa sin pan…), Anna Seghers, Gunter Eich, Arthur Schnitzler,Paul Celan, Friedrich Dürrenmatt, Günter Grass, Ingeborg Bachmann, Heiner Muller, Peter Handke, Thomas Bernhard, Elfriede Jelinek, Erich Hackl, se queda uno como alicaído, como si faltara aire más fresco y menos contaminado. El relato de tan real que parece es casi una satisfacción que la narradora no nos diga qué va a hacer con Stein. Este, que quiere tener una casa, un hogar, se esfuma porque en ese grupo de amigos no hay nada más que una agrupación de seres humanos sin valores, sin ganas de luchar por nada, con sexo sin compromiso y la duda que queda es si es un reflejo de la Alemania actual.
El comportamiento del grupo de jóvenes podría ser el de cualquiera de Benimaclet, Torrero, Poble Nou, Lavapiés, reflejo de un grupo social que no acaba de creerse que detrás del bienestar y la comodidad existe el esfuerzo, la ilusión y la lucha por mejorar la sociedad en la que vivimos.
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