Nunca he sabido por que un determinado actor, que no es de los más fulgurantes, puede ser atractivo en el sentido cinematográfico, es decir, que al aparecer en la pantalla provoca un determinado sentimiento que oscila entre la desazón y el afecto.
Esta situación puede ser que sea un residuo, desecho más bien, de una digestión filosófica del sentido de la vida representada en la figura del cuerpo del actor, imagen desvalida, desaliñada, atormentada pero decidida. Inquieta pensar que bajo esa imagen puede estar representada la fijación infantil de búsqueda del padre orientador y justiciero.
La última película que vi de Harry Dean Stanton fue "Una historia verdadera" de David Linch, me emocionó el final. Esa escena colofón de atracción-repulsión, es genial.
La foto es del incruento fotógrafo Geoff Cordner que estuvo por estas tierras en 1993.