23 de octubre de 2012

Ya no vemos vivir la vida



"Se acercaba a la ventana. Los cristales estaban divididos por varillas de plomo cubiertas de musgo gris. A lo lejos se veía la bahía. Llovía. Sólo había cuatro barcos junto al pontón. Uno tenía el casco completamente azul. Un azul intenso sobre el agua oscura"

Relata P. Quignard el sueño de Meaume una noche de 1667, un sueño en colores. Como el cuadro de Hendrick Jacobsz en invierno con un enjambre de personas trabajando en el puerto de Ámsterdam. La silueta de los barcos nevados, quietos, en silencio, pero llenos de actividad, de riqueza, donde el tiempo y la acción sin nombrarlos son los protagonistas.

Terraza romana, otra vez leído y con la agradable sensación de que los enigmas que nos muestra son cercanos a pesar del misterio: "Hay una edad en la que el hombre ya no se encuentra con la vida, sino con el tiempo. Ya no vemos vivir la vida. Vemos el tiempo que devora la vida cruda. Entonces se encoge el corazón. Y nos aferramos a un pedazo de madera para ver durante más tiempo el espectáculo que sangra del uno al otro confín del mundo y para no caer en él".