En la calle hace mucho calor que apenas puede mitigar la brisa que viene de la Malvarrosa. Los edificios que se construyen, en los últimos años sin orden ni medida, impiden el frescor del Mediterráneo.
Este mar que lleva en sus olas el recuerdo constante de los griegos que vivían en la otra orilla, en la época arcaica, hace más de dos mil trescientos años y su hibris. El hibris , ese desear más que la justa medida que el destino (los dioses, la naturaleza, la “civis”) nos asigna. La desmesura de los seres humano era la mayor de sus posibles maldades, el no querer aceptar el destino armonioso en este mundo, la acumulación, la grandiosidad que ofende y los dioses lo castigaban sin piedad. La encargada era Némesis.
En el grabado de Albert Durero, su Némesis sobrevuela la comunidad humana para impartir la justicia que sujeta (las bridas) y premia (la copa).Ella cubre con su manto el mundo visible sobre el que recaerá su venganza, sobre los seres que viven lejos de la moderación, la mesura y la sobriedad, exigencias necesarias para que el “nosotros” de la sociedad no sea destruido por unos pocos “malvados”. ¡De todo esto hace más de dos mil trescientos años!
Hoy, cuando veo los grandiosos edificios que se construyen en las ciudades, museos, palacios de congresos, de la música, circuitos de carreras, es como si la ciudad para sobrevivir necesitara estas manifestaciones de poderío o grandeza de cemento y cristal. No se crea riqueza para el futuro, se crean monumentos de vanidad estéril, inmensos contenedores sin contenido. Y lo que da pena es pensar que todo esto lo inician los políticos para “elevar” la autoestima, el orgullo de pertenencia a una tribu, pueblo, territorio, no la del ser humano sin distinción de fronteras y banderas. Yo espero que Némesis, la diosa griega del hibris, sujetará estos desmanes de nuestra época y confío que no lo haga como en el siglo pasado, cuando aun chispean los rescoldos de las dos últimas guerras mundiales en nuestras tierras de la culta Europa.
8 comentarios:
Me temo, señor Petrusdom, que es usted un romántico irredento que aún no se ha enterado que Némesis se jubiló hace tiempo y que la hybris es una atracción más en los parques temáticos.
Es lo que yo llamo la banalización, el infantilismo del mundo y las personas y qué mejor forma de mostrarlo que con sus ladrillos? Del templo griego a los museos de cristal como circos... en alguna pared encerraron a Némesis, pobre!!
Un saludo! y también disfruté de tu cueva..
No se si Némesis podrá poner en orden tanta megalomanía constructiva...
Un beso,
Hilda
Acabo de encontrar un blog sobre Sebald que igual te interesa:
http://sebald.wordpress.com/
Un saludo
Yo no contemplo los museos ni los palacios de la música como ejemplos de vanidad futil. Todo lo contrario, creo que son un punto referencial que advierten sobre el vacío del presente. Si, en cambio, en esa competición absurda sobre quien construye el rascacielos más alto.
Saludos
El ágora y el foro ya no son lo que era, como la nostalgia, pero el afán constructivo si. Cualquier consul con imperio en la Roma Republicana celebraba su conquista con un templo nuevo y en Roma se alinean los foros hasta llegar alñ gigantismo del de TRajano, que se comió entera una colina que estaba delante mismo de su columna, en el lugar que ocuparon las dos bibliotecas.
Lo que no había eran adosados, pero las ínsulas iban adueñándose de las alturas. Y como no sería la Domus Aurea de Nerón que a sus sucesores les dió verguenza conservarla.
El poder se reviste casi siempre de constructor, es la naturaleza humana.
Es la máxima expresión del poderío humano y si eso se manifiesta en ciudades cultas como Europa, en América resulta un insulto visual e inhumano a los que menos tienen.
Saludos amigo.
Nunca dejar de añorar lo bueno.
Saludos
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