Hoy comienzo a describir mis Montañas. Esos grandiosos “accidentes” geográficos del pensamiento que pueblan el paisaje que me rodea y que frecuento. No hablo de la montaña unamuniana como símbolo de esa fuerza imponente que es la Fé, el mundo de las creencias, hablo de lo que son mis escritores que descubro o que más releo porque sus pensamientos me pidieron esfuerzo para disfrutar, como en la ascensión a una lejana cima de la montaña cercada de bosques poblados de dioses.
La primera Montaña, por aplicar un orden, es Antonin Artaud, un loco literario que el mismo se calificó como enfermo eterno. Escribió poesía y teatro, fue perseguido, rompió con los surrealistas y con Celine, murió sin apenas darse cuenta unos meses antes de nacer yo.
Hoy precisamente he leído unos párrafos de Pedro Casariego que pueden ser un buen sendero para empezar la subida hacia la cumbre:“También mis calzoncillos son vida, y son espirituales. Pero el calzoncillo es algo efímero, menos duradero: intercambia tan rápidamente información con el cuerpo, con la vida, que hay que llevarlo cada poco a la lavadora para practicarle un lavado de cerebro y que no se vuelva loco. Los manicomios están llenos de ropa interior; por los manicomios pululan los calzoncillos de los grandes pensadores de la vida… Un calzoncillo es la obra pictórica de un cuerpo salvaje. Un libro es la frustración, respetable o no, de un cuerpo civilizado”
Como dice Alberto Drazul “se sabe que la estructura fundamental de la locura está inscrita en la naturaleza misma del hombre, que nuestra sociedad nunca se ha pensado más profundamente que en sus locos, ¿entonces?
Hay un poema de Artaud que plantea muy gráficamente el papel del hombre en su incesante inquietud: LA BÚSQUEDA DE LA FECALIDAD. Estos son los primeros versos de su libro “Para terminar con el juicio de dios”:
Allí donde huele a mierda
huele a ser.
El hombre hubiera podido muy bien no cagar,
no abrirle el bolsillo anal,
pero eligió cagar
como hubiera elegido vivir
en vez de aceptar vivir muerto.
Para no hacer caca,
tendría que haber consentido
no ser,
sin embargo, no se decidió a perder
el ser,
es decir, a morir viviendo.
Hay en la existencia
algo particularmente tentador
para el hombre
y ese algo es
LA CACA
(aquí rugido)
Para existir basta con dejarse ser,
pero para vivir
hay que ser alguien,
hay que tener HUESO,
hay que atreverse a mostrar el hueso
y a olvidar el alimento.
El hombre prefirió más la carne
que la tierra de los huesos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario