Cuando en los espectáculos únicamente brillan los que triunfan, cuando en los centros de formación miden su rendimiento con el número de los que acaban con nota media alta, cuando las empresas son centros de vencedores, cuando en política únicamente se habla de ganar votaciones no de convencer, cuando la dignidad no se reconoce más que en los que no inclinan la cabeza, cuando en casa no se enseña a saber perder, entonces conviene leer de tarde en tarde, a la sombra de un limonero o de un pino piñonero, a Konstantinos Kavafis que nos dice qué hacer cuando el azar, los dioses, nos abandonan y estamos sordos al portazo sublime:
EL DIOS ABANDONA A ANTONIO
Cuando, de pronto, a medianoche oigas
pasar una invisible cofradía
con música sublime y vocerío,
tu suerte que declina, tus empresas
frustradas, los sueños de tu vida,
errados todos, en vano no los llores.
Como si tiempo atrás ya lo esperases, con bravura,
di adiós a Alejandría que se aleja.
Sobre todo no trates de engañarte: no asegures
que fue un sueño, una mera ilusión de tus oídos;
tan vanas esperanzas no consientas.
Como si tiempo atrás ya lo esperases, con bravura,
como cuadra a quien de tan gran ciudad ha sido digno,
llégate con paso firme a la ventana
y escucha, emocionado, mas sin quejas
ni súplicas llorosas de cobardes,
mientras gozas por vez postrera de los ecos
e instrumentos sublimes de esa comparsa mística,
y di adiós a Alejandría, a la que pierdes.
(Traducción de José García Roca)