1 de marzo de 2008

Lucrecio, filósofo cordial


Cuenta Marcel Schwob en su libro “Vidas Imaginarias”, en resumidas páginas, las vidas de 22 personajes, muy importantes algunos y totalmente anónimos otros, que iluminan su pensamiento o el reflejo de la época en que vivieron.

Uno de ellos es el dedicado a Lucrecio (admirado por Horacio), poeta romano último de los defensores de Epicuro y que pudo sobrevivir los tiempos oscuros de la Edad Media gracias a Poggio Bracciolini, humanista y canciller de la Florencia de los Médici, que rescató su única obra que ha llegado hasta nuestros días “De rerun natura”. Marcel Schwob nos cuenta en su imaginada vida que Lucrecio:

“Sabía que las lágrimas provienen de un movimiento particular de las pequeñas glándulas que están bajo los párpados, y que las agita una procesión de átomos surgida del corazón, cuando también el corazón ha sido conmovido por la sucesión de coloreadas imágenes desprendidas de la superficie del cuerpo de una mujer amada. Sabía que el amor sólo es causado por la expansión de los átomos deseosos de juntarse con otros átomos. Sabía que la tristeza motivada por la muerte no es sino la peor de las ilusiones terrenales, puesto que la muerta había dejado de ser desdichada y había dejado de sufrir, en tanto que aquél que la lloraba se afligía por sus propios males y pensaba, tenebrosamente, en su propia muerte. Sabía que no queda de nosotros ningún doble aspecto para verter lágrimas sobre su propio cadáver tendido a sus pies. Pero aun conociendo con exactitud la tristeza y el amor y la muerte, y que todas esas son vanas imágenes cuando se las contempla desde el espacio calmo en donde hay que encerrarse, continúo llorando, y deseando el amor y temiendo la muerte”

Lucrecio fue el poeta rescatado en el siglo XVI por los humanistas que supo fundir en un solo pensamiento toda la filosofía cordial. Gracias a esto, por ejemplo, el cuerpo desnudo de la mujer (Eva) en la Edad Media era la representación del pecado, en el Renacimiento representa el goce amoroso (Venus). Este cambio aun pervive en nuestros días, lo que ya no se sabe es hasta cuando, viendo como está resurgiendo la marea oscurantista de negras sotanas y largas chilabas.

Como decía Epicuro: “Sería preferible seguir las fábulas acerca de los dioses, a deferir servilmente al hado de los naturalistas...”, es decir “es preferible ser infeliz racionalmente que feliz irracionalmente...”

1 comentario:

Luis Rivera dijo...

Amigo Petrusdom: Lucrecio, con Horacio, comparte una enorme debilidad mía por algo que es volátil, de dificil concreción. No se trata, está claro que para mi) de su sentido enciclopédico o de su voluntad de divulgación usando la poesia como vehículo, sino de el tremendo poder del asombro con elq ue aquel hombre fué capaz de asomarse a los fenómenos de la física, la fisiología, el conocimiento del alma, por ejemplo; y de la enorme naturalidad con la que resumía esa visión.

Tengo este párrafo por resumen de maravillas:

"Ahora bien, un charco de agua que, con un dedo de hondo apenas, se estanca entre losas por los empedrados de la calle, ofrece una visión bajo tierra que abarca tanto cuanto desde tierra se abre una grieta del cielo, de manera que te parece contemplar allá abajo nubes, y ver cuerpos de aves que, cosa extraña, bajo tierra se van perdiendo en su cielo".