“Jamás podremos rescatar del todo lo que olvidamos. Quizás esté bien así. El choque que produciría recuperarlos sería tan destructor que al instante deberíamos dejar de comprender nuestra nostalgia” (W. Benjamin. “Infancia en Berlín”)
Un modo de rescatar del olvido algunos de nuestros pensamientos pasados es releer libros que ahora descansan en nuestra biblioteca, que apenas vemos y que un buen día recordamos una frase y nos empuja a buscar el libro de nuestra juventud.
Entonces te hallas con libros que en aquel tiempo te conmovieron, te llevaron a otros autores y te reconoces como resultado de muchas de tus lecturas. Casi sin querer te preguntas si es o no la bondad del libro lo que te lleva a releerlo.
Alberto Manguel escribía, hace unas semanas en El País, que “la bondad de un clásico reside en su calidad de palimpsesto: mientras más capas de lectura acumula, mejor es, porque mejor, más interesante, más complejo va pareciéndole a las sucesivas generaciones que no se resignan a olvidarlo”. Dante con su “Divina comedia” podría ser un ejemplo de este clasicismo, pero yo pienso que el interés por leerla no es el mismo. Si no tienes una base adquirida sobre la cultura del siglo XIV italiano, te pierdes muchos de sus cantos, si no has leído a Virgilio, Séneca, Horacio, si no conoces el pensamiento de Sócrates, Platón o Demócrito tu lectura es aún más superficial. Yo diría que los libros clásicos son buenos porque te encienden la curiosidad para acudir a otros escritores o conocer mejor el pensamiento de una época.
Leemos aquellos libros que llegan a nuestras manos por azar, por recomendación, por nuestra curiosidad ansiosa, pero siempre, cuando los acabemos de leer, nos habrá quedado la sensación de bondad profunda, aunque olvidemos al cabo de los años la narración, si nos conmovieron como lectores únicos “en medio de otros lectores únicos que comparten nuestra misteriosa devoción”, como escribe Manguel en el artículo mencionado.
Hoy he comenzado a leer “Cuattrocento” de Susana Fortes, ya veremos si la narración se agarra o derrapa por los caminos de la bondad conmovedora que para mí tienen los buenos libros.
5 comentarios:
Qué cierto lo que dices, volver a libros que leimos hace tiempo nos trae muchas cosas. A mi me sucede que llegan a mi sensaciones: olores, momentos vividos, recuerdos de instantes que conformaron el contexto de mi lectura. Es como dice el poema- canción de Serrat: "Aquellas pequeñas cosas"...
Releer es leer de nuevo y no volver a leer. O por lo menos yo procuro leer siempre de nuevo lo ya leído, descargándolo de cualquier nostalgia por quien fuera yo, cuando era otro lector en otro tiempo.
Y ciertamente, además muy ciertamente, ¿como enfrentarse a Dante sin conocer, cuando menos un poco, aquel Renacimiento? O por lo menos, sin hacer el esfuerzo de mantener la curiosidad en cada línea.
Pienso que releer es una cienciaque exige un cierto sacrificio, porque no se trata de reencontrarse con el placer de ayer, sino estar dispuesto al sacrificio de lo que fuera placentero.
Primera y no última visita a tu blog, es interesante.
Fíjate que en mi adolescencia leí "Macario" de Bruno Traven y hoy lo volví a leer. Recordé entonces.
Tienes razón en lo que dices de los clásicos. Tan necesarios.
Disfruté mucho de lo que escribiste. Los libros amados. Tanto que decir.
Abrazos.
PETRUSDOM
A qué dinosaurio hace referencia?
Saludos
Gracielena
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