23 de julio de 2010

Hojas de estío 2010, Dublineses




Joyce si no hubiera sido por Nora habría sido un simple profesor de idiomas que soñaba con ser un gran escritor, más famoso que W.B. Yeats. Lo consiguió a base de sablazos a amigos y familiares, quedándose casi ciego, huyendo de la pobreza y miseria de su casa paterna. Creía en la literatura sobre todas las cosas humanas.

En Un triste caso, de su libro Dublineses, leo en esta noche lluviosa antes de tomar el avión a Galway.

No tenía colegas ni amigos ni religión ni credo. Vivía su vida espiritual sin comunión con el prójimo, visitando a los parientes por Navidad y acompañando el cortejo si morían. Llevaba a cabo estos dos deberes sociales en honor a la dignidad ancestral, pero no concedía nada más a las convenciones que rigen la vida en común. Se permitía creer que, dadas ciertas circunstancias podría llegar a robar en su banco, pero, como estas circunstancias nunca se dieron, su vida se extendía uniforme -una historia exenta de peripecias. 

7 comentarios:

Madison dijo...

Debo leerlo ya.
Siempre geniales tus reseñas.

Gonzalo Muro dijo...

¡Què evocador ese párrafo que has seleccionado! Y cuántos autores parecen ceñirse a él a lo largo de la historia de la Literatura, llena de muchos que huyeron del contacto con sus semejantes (al menos, tan llena de ellos como de los que se quemaron del contacto ajeno para contarnos sus historias).

Un abrazo.

Magda Díaz Morales dijo...

Joyce fue un ser tan especial, que se hizo inolvidable. Y no solo por su gran obra...

Luis Rivera dijo...

Síntesis exacta.

Anónimo dijo...

Creo humildemente que deberias visitar este blog, posiblemente te cambiará la vida:
http://fantasiasensibleexacta.blogspot.com

Anónimo dijo...

es que todo lo que sea Joyce

Jesús Garrido dijo...

era yo el anterior, no anónimo