Regresar, lo bueno de regresar,
es darte cuenta que nada ha cambiado en tu casa,
en tu calle, en tu ciudad.
Te hace feliz si cuando te fuiste a otra lugar,
con intención de volver, nada borró el pasado
que te persigue.
El asfalto es la comodidad y la rutina que nos envuelve
como a las ratas urbanas.
La rutina que como la rueda de la vida
aplaca nuestros miedo.
Todo sigue con el ritmo que nos marcan la luz,
los dioses y los políticos de turno.
Esta noche, después de ver catástrofes y crisis financieras en la televisión, he vuelto a leer un poema del escritor noruego, Jan Erik Vold, real como el asfalto y que se mueve como una rueda en la historia:
Poema, Enero 1992Dicen que la tormenta
que azotó el noroeste ha costado
mil millones.
La quiebra bancaria del año pasado, sabemos
que costó veinte mil.
Es decir: los dioses del clima tendrían que desatar
un huracán
cada tres semanas
durante un año entero para poder medirse
con las catástrofes causadas por los banqueros.
¿Visita el Rey
a los damnificados por la banca?
(Del libro Poesía Nórdica, Ediciones de la Torre, Madrid, 1995)
1 comentario:
El primer poema es maravilloso.
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