He decidido adoptar a este longevo animal como símbolo de fortaleza pasiva, memoria y esperanza en el futuro, del que ya escribí en este blog hace casi un año.
De tiempo en tiempo salta la noticia de la aparición en Asia de algún ejemplar de la virtualmente desaparecida tortuga de caparazón blando.
Numerosos periódicos y revistas científicas informan sobre este longevo animal, gracias a las investigaciones de una universidad americana. Y sorprende, por el mensaje que proclama, como si la naturaleza nos diera una palmadita en el hombro para decirnos “Ves esta tortuga enorme, sin defensa ni armas, sobrevive desde hace millones de años. Lo ha conseguido porque se oculta, porque no daña a nadie”
Pero me temo que al final sobrevivamos como las tortugas, pacíficos pero aislados, si no podemos empoderarnos, sobre todo los más desfavorecidos. Mi admirada profesora lo explica en dicha entrevista “darle poder a otro para que pueda llevar su vida adelante” y esto es algo que a los oligopolios les resulta muy difícil compartir.
1 comentario:
supongo que la mayor parte de la gente, consciente de su vulnerabilidad, tiene a acorazarse para sobrevivir. Creo, sin embargo, que tenemos que encontrar nuevos modelos de relación y reivindicar esa cierta desnudez que nos iguala y elimina radicalmente las pocas diferencias que existen entre nosotros. Pero, claro, sé lo difícil que es tomar esa actitud vital, en un escenario donde todavía parece imperar la ley del más fuerte...
Como sea, sólo tengo de carey un peine. Y hace años que mi cabeza ya casi no lo necesita.
Un abrazo, Petrus. Gustazo leerte.
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