Hoy, en la avenida, los plátanos se han desnudado completamente y han dejado al aire los nidos vacíos de este verano. Mientras, por la calzada luchan los coches en su carrera diaria a ver quién llega primero y los paseantes urbanitas, sin prisas, esperamos al semáforo con los ojos pendientes del nido que tiembla en medio del vendaval. En la acera, a ráfagas, las hojas muertas nos atropellan y huyen ruidosas al este, hacia el Mediterráneo. Las hojas sin amo de todos los otoños.
En casa, después de tomar una sopa de miso, he rescatado el “Libro del desasosiego”, donde Pessoa, parece como si lo hiciera después de leer la prensa de hoy, escribe:
“La historia niega las cosas ciertas. Hay períodos de orden en que todo es vil y períodos de desorden en que todo es alto. Las decadencias son fértiles en virilidad mental; las épocas de fuerza, en debilidad de espíritu. Todo se mezcla y se cruza, y no hay verdad más que en el suponerla.
¡Tantos nobles ideales caídos entre el estiércol, tantas ansias verdaderas extraviadas entre la escoria!
Para mí son iguales dioses u hombres, en la confusión prolija del destino inseguro. Desfilan ante mí, en este cuarto piso desconocido, en sucesiones de sueños, y no son para mí más de lo que fueron para quienes creyeron en ellos. Ídolos de los negros de ojos inseguros y espantados, dioses animales de los salvajes de sertones enmarañados, símbolos figurados de los egipcios, claras divinidades griegas, rígidos dioses romanos, Mitra, señor del Sol y de la emoción, Señor Jesús de la conclusión y de la caridad, criterios varios del mismo Cristo, santos nuevos dioses de las nuevas villas, todos desfilan, todos, en la marcha fúnebre (romería o entierro) del error o de la ilusión. Marchan todos, y detrás de ellos marchan, sombras vacías, los sueños que, por ser sombras en el suelo, los peores soñadores creen que permanecen firmes sobre la tierra –pobres conceptos sin alma ni figura, Libertad, Humanidad, Felicidad, el Futuro Mejor, la Ciencia Social, y se arrastran en la soledad de la tiniebla como hojas movidas un poco hacia el frente por una cola de manto regio que hubiese sido robado por unos mendigos.”
3 comentarios:
Yo me visto del otoño, por mi que se quede siempre la estación. Amo las hojitas.
El libro mencionado forma parte de mi cabecera.
Y me gusta leerlo en absoluto silencio.
Saludos.
Mi amigo Osvaldo, dice que Pessoa tuvo una mirada que no haría daño..."como pan de hambre", como tus letras a través de él...un libro inquietante en toda época...Gracias a Fernando, al viento y a ti.
Amigo Petrusdom, hoy me he despertado de madrugada, y en el silencio como dice Clarice, he ledído a Pessoa,lo leo léntamente, sintiendo cada palabra como algo nuevo, es un ejercicio que me transporta a un mundo de plenitud que no se definir con palabras.
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