8 de enero de 2008

Balzac y la vida eterna


Después de leer “Eugenia Grandet” se entiende un poco mejor el final de los periodos revolucionarios de Francia y la sociedad que hizo posible la llegada de la modernidad dentro del entramado del poder, la riqueza, la Iglesia y el pueblo de provincias vs. gran ciudad (París).

Balzac es uno de esos raros artistas con una honradez literaria a prueba de críticos. Era monárquico conservador pero no le impidió describir personajes e historias desde una perspectiva realista aunque pudiera poner en peligro sus creencias más íntimas. Era el escritor capaz de “apartar los prejuicios y las convicciones para describir lo que realmente ve” (según el sociólogo marxista Georges Luckas), algo que en nuestros tiempos resulta difícil encontrar. Balzac supo como nadie describir el mundillo del dinero, la banca, los préstamos, la usura (ahora se dice rentabilidad financiera) como palancas de los poderosos para acrecentar su riqueza en el tránsito de la sociedad rural a la industrial.

Hay un párrafo en el libro que he subrayado por su actualidad. Ahora (año 2007 después de Cristo) que el Papa y sus cardenales salen a la calle por el tema del divorcio, la homosexualidad, y no dicen nada de la vida eterna, o la pobreza por ejemplo, que es en mi humilde opinión de lo que deberían entender más, este párrafo resume el gran fracaso de la acción eclesiástica (que no quieren reconocer). Lo fácil es decir que la culpa la tiene el Gobierno:

“Los avaros no creen en la vida futura, el presente lo es todo para ellos. Esta reflexión arroja una horrible claridad sobre la época actual, en la cual, más que en ningún otro tiempo, el dinero domina las leyes, la política y las costumbres. Instituciones, libros, hombres y doctrinas, todo conspira para minar la creencia en una vida futura, sobre la cual se apoya el edificio social desde hace mil ochocientos años. Ahora la tumba es una transición poco temida. El porvenir que nos esperaba después del Réquiem ha sido trasladado al presente. Llegar por fas et nefas al paraíso terrestre del lujo y de los placeres vanos, petrificar el corazón y macerarse el cuerpo para obtener posiciones transitorias, igual que antes se sufría el martirio de la vida para obtener los bienes eternos, es le pensamiento general, pensamiento por lo demás escrito en todas partes, hasta en las leyes que preguntar al legislador: “Y tú ¿qué pagas?, en lugar de decirle: Y tú ¿qué piensas?” Cuando esta doctrina haya pasado de la burguesía al pueblo ¿qué será del país?”

Hace 175 años decía Balzac que las dos palabras que movían París y otras ciudades eran: oro y placer. Todo sigue igual.

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