Uno de los lugares de esta ciudad que suelo visitar en cualquier época del año son los Jardines de Monforte. Lugar tranquilo con perfil muy siglo XIX que resulta acogedor por su rosaleda, pérgolas, estanque, por sus estatuas y por sus árboles. Mi lugar favorito es un banco a la sombra de un gigantesco Ginkgo Biloba, cuya sombra densa y brillante me empuja a pensar qué será de él dentro de 1000 años, que es lo que dicen que vive. Aquí vienen renacidos almirantes y princesas de los años cincuenta con sus misales de primera comunión y parejas de recién casados a fotografiarse a contraluz en almibaradas poses. Precisamente una de estas parejas me ha recordado a Lucía y Andrés, con sus ojos brillantes sombreados de cansancio y miedo, protagonistas de Las cenizas de la Bounty. El libro de Susana Fortes, que acabo de leer, está lleno de imágenes contrapuestas, idílicas pero a la vez con la neblina gris de la gran confusión, y que cuenta la historia de un triángulo desde uno de los ángulos. El relato tiene frases que reflejan muy bien las relaciones de amor/amistad en un mundo en el que a veces hay que quemar las naves aunque seas un traidor: “También aprendí mucho sobre los silencios y los secretos que nos acompañan toda la vida y que acompañan a las personas que más nos importan, y que muchas veces además son su única compañía”
En uno de los jardines, entre setos geométricos, emergen estatuas solitarias que miran impertinentes como se alarga y gira la sombra del Ginkgo de los mil años, como si estuviesen contemplando el humo lejano de mil naves.
2 comentarios:
Gracias por tu visita a mi blog, y felicidades por el tuyo (sobrecoge el parecido entre el Goya de ayer y el Irak de hoy)
Me atrevería a quemar un nave antes de revelar un secreto dado...conozco a personas mayores, que su compañía son sus secretos....
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