Esta mañana al dar un paseo por las calles de mi barrio he visto salir de una tienda de electrodomésticos a un hombre cargado de bolsas y cajas. Casi no podía andar con sus manos como tentáculos agarrando todas sus compras. Miraba alegre sin pensar en todos los que estábamos observando su penosa marcha por las aceras de la tranquila calle.
Más tarde he recodado unos versos del poeta, para mí desconocido, Raúl Carlevaro que parecían escritas por el hombre cargado de bolsas:
Una mujer me mira
desde una ventana escondida
escudriñándome
mientras yo camino
por una calle tranquila y oculta.
Cierra la ventana algo molesta
por mi innovadora intromisión.
Yo sigo.
Dos muchachos
al pie de una motocicleta
me miran algo provocativamente
como si yo viniera a descubrir un secreto largamente
atesorado por ellos.
Sigo.
La calma es casi absoluta.
Hay algunas plantas columpiándose hacia las veredas
y un sol débil que parece un huésped íntimo.
Me cruzo con un anciano que me apunta con el bastón
lo retira y se va mirándome
con un solo ojo
por detrás.
Yo sigo sin saber adonde.
El fotomontaje ahora sería como una monstruosa figura de objetos, miles de objetos, que engulle un ser humano desnudo y alegre pero desconcertado.
3 comentarios:
desde luego, estamos cansados de tantos objetos, es muy difícil prescindir de los prescindibles, tantos objetos alejan al ser humano de la serenidad
Bravo!:D
Renton
Cuánto necesitamos valorar, cuánto!
Interesantes tus textos anteriores y el actual.
Saludos...
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