30 de noviembre de 2009

Perec, el perro y el árbol



En mi última visita a la librería Valdeska de Valencia compré un libro lleno de pereza, de huida, de rotura, "Un hombre que duerme" (Ed. Impedimenta) del siempre cercano Georges Perec. Para mí es una de esas montañas, no muy altas, que animan con su vegetación amable a patearlas sin esfuerzo, sin cansancio, a mirarla de cerca con los ojos que nunca nos abandonan: los que ilustran nuestra cotidianeidad.

Me gustan los perros, de niño tuvimos uno en casa, y cuando veo algún perro abandonado tengo que resistir mi empeño para traerlo a casa. No me atrevo a cometer el sadismo de encerrar un perro en un piso con ascensor y pasearlo por necesidad.

Hoy al leer este párrafo del librito de Perec he comprendido mejor que prefiero ser un árbol a tener un perro.


Por eso el árbol te fascina o te sorprende, o te calma, debido a esta evidencia insospechada, insospechable, de la corteza y las ramas, las hojas. Por eso, quizá, no paseas nunca con un perro, porque el perro te mira, te suplica, te habla. Sus ojos húmedos de reconocimiento, sus aires de perro apaleado, sus brincos de perro alegre te obligan sin cesar a conferirle el estatus innoble de animal doméstico. No puedes permanecer neutro frente a un perro, no más que frente aun hombre. Pero no dialogarás nunca con un árbol. No puedes vivir con un perro porque el perro a cada rato te pedirá que lo hagas vivir, que lo alimentes, que lo elogies, que seas hombre para él, que seas su amo, que seas el dios que truene ese nombre de perro que le hará someterse de inmediato. Pero el árbol no te pide nada. Puedes ser el Dios de los perros, el Dios de los gatos, el Dios de los pobres, te basta con una correa, con algunas sobras, algo de riqueza, pero nunca serás dueño de un árbol. Lo único que podrás será querer su tú mismo árbol.

26 de noviembre de 2009

R. Sanchez Ferlosio, bombilla temblorosa


Le dan el Premio Nacional y dice que su último libro son puñeterías de lingüista. Un escritor  que abandonó la narrativa para seguir escribiendo de lo que más le interesa, sin pensar en   sus posibles lectores. Puñeterías de lingüista y luego desaparecer entre las sombras del paisaje soriano.

Hace quince años leí su "Vendrán más años malos y nos harán más ciegos", luego han venido otros pero de aquel releo párrafos resaltados como este:

(Anti-Goethe.) A nadie podría sentir yo más ajeno y más contrario que al que dijo:"Gris, mi querido amigo, es toda teoría;/ verde, en verdad, el árbol dorado de la vida" Siempre me ha parecido a mí, por el contrario, ser la vida lo gris, y aun lo lóbrego, lo siniestro, polvorienta y reseca momia de sí misma. Verde, tan solo he visto, justamente, el árbol ideal de la teoría; dorada, sólo la imaginaria flor de la utopía, que brilla entre sus ramas, como una bombilla temblorosa e impávida, desafiando la ominosa noche, en la ciudad bajo los bombarderos.
 Y en esto estamos, en seguir alumbrando las doradas flores de la utopía como bombillas temblorosas, con un lenguaje preciso y el ritmo de las ideas saltando por entre las palabras como un jovencito con patinete aunque tenga más de ochenta años.

No tengo balanza para pesar estas lumbreras, pero en mi humilde opinión es el mejor escritor vivo de lengua española.

16 de noviembre de 2009

Palpitaciones


Hago memoria y no recuerdo momentos con palpitaciones, quiero recordar vivencias en que el corazón me haya dado un vuelco y no puedo, ni siquiera en sueños.
Es posible que mi ritmo de vida no se enfrente a situaciones que puedan provocar esas tensiones, porque ya no siento rencores o pasiones desde que  ya no trabajo y eso en mi lento caminar me crea un estado de quietud peligroso, por así decirlo, ahora sin sobresaltos pero con la suerte, la fortuna, al acecho sobre mi cabeza como una maceta de jeranios en un día de vendadal. Lo cierto es que parece como si fuera mejor vivir con suerte que ser un hombre bueno (W. Allen) sin palpitaciones y a eso se llega despacio pero con la mirada curiosa de miedos y con las manos agarradas a un libro y los ojos a los ojos de los otros.
Palpitaciones cuando pienso y siento más rápido que mi propio ritmo... como si fuera ese ritmo el de las mareas, el de las nubes en el cielo, el del lento crepúsculo, el de las olas que se acercan, el del viento que arrastra un reflejo de agua sobre la arena, y como si yo pudiera alcanzar ese ritmo cuano me introduzco en esos fenómenos al respirarme, al mirar mis zapatos, al respirar cada vez menos.
(Peter Handke)


10 de noviembre de 2009

Dátiles en la ciudad



En mi paseo hacia el antiguo cauce del río Turia, en esta mañana de noviembre azul y casi fría las nubes han desaparecido. El viento también.

Latoneros o lidoneros, granados, olivos, naranjos y palmeras datileras, árboles dispuestos a que el viento siembre sus frutos en el asfalto cerca de la avenida de Aragón. Cerca de la música tranquila.

Quizás todo esto me transforma poco a poco, sin darme cuenta, en una era más tranquila, con un despertar más tranquilo, con un sueño sereno, con una muerta tranquila. Es otoño, el de las frutas rojas.

Necesidad de filosofía: "Ciertamente, la vida del hombre bueno no será más agradable si sus actividades no lo son"(Aristóteles, Ética Nicomáquea) y este paseo sin viento, ayuda como los dátiles ambarinos a endulzar el agrio ambiente de esta ciudad-asfalto.

3 de noviembre de 2009

Sobrasada con miel



Mi padre cuando la guerra era sargento de la República. Sobre la guerra no hablaba mucho, guardó mucho silencio quizás por no rememorar dolor y amargos momentos de una derrota sangrienta. Recuerdo un día que nos contaba a mi hermano a mi que en el frente de Teruel, estuvieron mucho tiempo atrincherados, un soldado le pidió que escribiera a su novia. Le dictaba frases típicas, recatadas y con parabienes, pero mi padre las adornaba con figuras más emotivas y cálidas.

Aquel soldado siempre le estuvo muy agradecido y cuando años más tarde se volvieron a encontrar renació una gran amistad que se engrandeció con sus hijas y nosotros. Ahora que mi padre ya murió, cuando se habla tanto de los muertos de las cunetas, de las injusticias con los vencidos/vencedores, porque los valores de la democracia que disfrutamos eran los que se iniciaron con los vencidos, ahora le agradecería su presencia y sus palabras. Ese soldadito analfabeto, que tanto quería a mi padre, él y su família son de tu pueblo.

Por eso me alegra que la casualidad de este viaje a Tárbena nos haya reunido , junto a este plato de sobrasada con miel, a uno de Samper de Calanda con la hija de un Republicano que lo único que le contó de aquella guerra fue su faceta de escribano y poeta en los frios atardeceres de la sierra de Teruel. Igual que la sobrasada vino de Mallorca y la miel de las montañas cercanas así puede ser este encuentro que llega de tan lejos en el tiempo aunque estén ausentes y silenciosos sus protagonistas.