Uno de mis pequeños tesoros es EL PASEANTE, dieciocho números de aquella magnífica revista que editaba Siruela, cuando era del hijo de la de Alba. No he vuelto a encontrar nada igual en cuanto a contenidos. Mi preferida es la dedicada a la cultura China, un monográfico con el número 20-22.
Contiene un escrito de un poeta chino HAN YU (768-824) que habla del papel de la escritura dentro del universo humano. Traducido por Octavio Paz y titulado “Misión de la literatura”, lo transcribo literalmente; quizás nos ayude, en un mundo como el nuestro tan cambiante en técnicas pero tan conservador, en la utilización de lo que más nos distingue de los otros terrícolas: la palabra.
“Todo resuena, apenas se rompe el equilibrio de las cosas. Los árboles y las yerbas son silenciosos; el viento las agita y resuenan. El agua está callada: el aire la mueve, y resuena; las olas mugen: algo las oprime; la cascada se precipita: le falta suelo; el lago hierve: algo la calienta. Son mudos los metales y las piedras, pero si algo los golpea, resuenan. Así el ser humano. Si habla, es que no puede contenerse; si se emociona; canta; si sufre, se lamenta. Todo lo que sale de su boca en forma de sonido se debe a una ruptura del equilibrio.
La música nos sirve para desplegar los sentimientos comprimidos en nuestro fuero interno. Escogemos los materiales que más fácilmente resuenen y con ellos fabricamos instrumentos sonoros: metal y piedra, bambú y seda, calabazas y arcilla, piel y madera. El cielo no procede de otro modo. También él escoge a aquello que más fácilmente resuena: los pájaros en la primavera; el trueno en verano; los insectos en otoño; el viento en invierno. Una tras otra, las cuatro estaciones se persiguen en una cacería que no tiene fin. Y su continuo transcurrir, ¿no es también una prueba de que el equilibrio cósmico se ha roto?
Lo mismo sucede entre los seres humanos; el más perfecto de los sonidos humanos es la palabra; la literatura, a su vez, es la forma más perfecta de la palabra. Y así, cuando el equilibrio se rompe, el cielo escoge entre las personas a aquellas que son más sensibles, y las hace resonar.”
La idea de equilibrio y armonía como condición para el bienestar, que la cultura china lo emana del cielo, ya lo expresó de un modo más cercano a la tierra, ocho siglos antes en su Villa Sabina, Horacio: “la virtud es un punto equidistante entre dos vicios” y en lo referente a la escritura lo explicó como nadie: “todos los votos se lleva quien mezcla utilidad con interés / deleitando al lector y a la par haciéndole pensar...” (Ars Poetica). Este último verso lo rescató, con todas sus consecuencias, la Ilustración europea del siglo XVIII.