Pasando las hojas del semanal del domingo quedo aturdido por el empeño de los publicistas para que compremos relojes de lujo, supérfluos, hasta diez marcas diferentes que ofrecen distinción, precisión, virilidad, riqueza, seguridad en suma.
En la calle, la crisis nos muestra otro reloj más cercano, los montones de hojas sin recoger, pisoteadas y zarandeadas por el viento para pregonar la llegada del señor invierno.
No necesito relojes.
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