Muchas veces leer es casi como explorar la mente de un ser,vivo o muerto, que en algún momento quiso explicar un pensamiento. Esa mente impenetrable es la que me conduce, muchas veces, a un callejón sin salida. Cuando Borges escribió El principio, quiso mostrar ¿los inicios del progreso de la humanidad? o ¿el inicio de la decadencia, al alejarse de Dios o de las creencias efectivas?:
Dos griegos están conversando: Sócrates acaso y Parménides. Conviene que no sepamos nunca sus nombres; la historia, así, será más misteriosa y más tranquila. El tema del diálogo es abstracto. Aluden a veces a mitos, de los que ambos descreen. Las razones que alegan pueden abundar en falacias y no dan con un fin. No polemizan. Y no quieren persuadir ni ser persuadidos, no piensan en ganar o en perder. Están de acuerdo en una sola cosa; saben que la discusión es el no imposible camino para llegar a una verdad. Libres del mito y de la metáfora, piensan o tratan de pensar. No sabremos nunca sus nombres. Esta conversación de dos desconocidos en un lugar de Grecia es el hecho capital de la Historia.
Han olvidado la plegaria y la magia.
(J.L. Borges, Obras Completas, C.Lectores, 1993)
1 comentario:
No puedo evitar sino visualizar a Borges como un viejo, en ocasiones me descubro con horror sonando como él. ¿Puede uno renegar sus orígenes? Yo creo que sí, con vigor y con necedad. E incluso, tras un perfecto esfuerzo, esos orígenes dejan de existir para dejarnos ser absolutamente libres. Y entonces, torpes como el ave que cree que volando se libera de la gravedad, el zurcar los cielos se nos vuelve otra vez, la vida.
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