Continuo con mi trabajo doméstico de limpiar la librería. Quitar el polvo acumulado y de paso retirar aquellos libros que pienso no necesitaré y que destierro al apartamento de la playa.
En muchos de esos libros encuentro recortes de periódico, hojas secas de árboles que me dieron sombra, calendarios de bolsillo, billetes de autobús y párrafos subrayados que al leerlos treinta o cuarenta años después me pregunto si conservan el mismo sentido.
Del aristocrático Ortega encuentro un librito de aquella colección RTV que tan importante fue para muchos en los oscuros días del franquismo. En este libro de hojas ahora despegadas leo un párrafo de El Espectador, El fondo Insobornable es un artículo de exaltación barojiana de la vida, resaltado a lápiz con un paréntesis:
La creencia dogmática y fanática en los tópicos dominantes será siempre dueña de la sociedad, y los temperamentos críticos, originales, innovadores, habrán de sufrir ahora y dentro de mil años una temporada de lazareto que a veces no acaba sino después de su muerte. La sociedad es el área triunfal del hombre medio y el hombre medio tiene una psicología de mecanismo tradicionalista. Sobre ella no alcanzan influjo las ideas y valoraciones hasta que no han cobrado patina y se presentan como habituales, con su pasado tras de sí.Repasando con la mirada atenta, desde la ventana televisiva, uno queda asombrado por la sociedad del hombre medio que nos quieren mostrar las grandes empresas de comunicación masiva. Pero el horror apaga esa mirada cuando ves a los lumbreras que nos gobiernan por estas tierras y descubres el resto insocial o insociable que llevamos dentro en lo profundo de un oscuro agujero.
Tomo un bote de pegamento y reparo el librito orteguiano para dejarlo de nuevo en el estante de la librería junto a Musil.
1 comentario:
El eterno trabajo de arreglar libros y que no se acaba y mucho menos cuando uno se encuentra tantos recuerdos y joyitas.
Así con esto, compartes lo que te encuentras.
Abrazos.
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