Escribir es una extravagancia cuando no se escribe una carta, un folleto turístico, una hoja de instrucciones, una receta, una necrológica, un contrato, un informe, un panfleto político, una novela, una oración, una noticia, una querella, una poesía, un código, una ley, una factura, un testamento, un pagaré, un ensayo, un anónimo, un anuncio, un cuento, un discurso, una sermón...
Cuando los cazadores volvían de sus incursiones a la caverna donde les aguardaban su grupo y su prole, relataban sus correrías, sus hazañas o sus desgracias. Sin saberlo alumbraron la literatura, el relato de algo que alguien que no lo ha vivido desea conocer.En aquel tiempo el primer extravagante fue el que guardó silencio ante la mirada llena de curiosidad de sus atentos compañeros de caverna.
Hoy cuando veo en las librerías tanto libro en la mesa de novedades (en nuestro país 73.000 el año 2008), tanto libro-consumo editado al peso (“Libro, cualquiera que sea, ¡siempre demasiado largo!”, G. Flaubert, Bouvard y Pécuchet)), comprendo a algunos escritores extravagantes que han decido guardar silencio aunque los confundan con unos vagos.
1 comentario:
Porfavor, no dejes de escribir.
Me han fascinado estos tres fragmentos. Muy buenos.
Abrazos.
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