No recordaba haber estado en aquel templo antes. En el altar mayor un enorme lienzo, de composición piramidal, que representa en el lado izquierdo a los vencedores, rostros de miradas vivas, apuestos caballeros, personaje coronado de altivo mentón, en la parte derecha un montón de cadáveres, semi desnudos, sanginolentos, tocados perfectamente con sus turbantes de colores apagados, con sus torsos desnudos, en la parte central un fraile sostiene una cruz asaetada. Situados a ambos lados de la enorme pintura dos imágenes, del mismo tamaño, primorosamente pintadas, un beato a la izquierda y una virgen con el niño en brazos a la derecha. Todo dispuesto con una simetría perfecta y con la iluminación potente que la ocasión precisaba, nada de sombras ni oscuridades.
La ceremonia larga, amenizada por un coro de 18 personas que cantaban en latín, me resultó triste porque se empeñaban en que fuera alegre, una boda tiene que serlo, pero los cadáveres del lienzo y la mirada tras las gafas negras del beato no animaban a ello. Al terminar la ceremonia el oficiante anunció y leyó una indulgencia de Benedicto XVI lograda por medio del obispo de la diócesis para los novios. Todos saludaron a los padres y recién casados con sonrisas y besos, mientras el cura por el micrófono recordaba que estábamos en la casa del Señor.
En la comida del lujoso hotel, la lactosa del café con leche que había tomado antes de la ceremonia hizo efecto, una molesta inflamación estomacal provocó que los platos se sometieran al estricto veredicto de un comensal molesto, fatal.Al final de la comida, la recién casada, de blanco, feliz nos saludó como es habitual en estos casos. Mi curiosidad no supo callarse y le pregunté a donde iban de viaje de novios, a las Seychelles contestó con sus alegres ojos redondos. Entonces lo compredí todo. Recordé las imágenes del templo, el beato Josemaría y la Virgen Madre de Dios (uno de los misterios más impresionantes del olimpo cristiano) a la misma altura del altar y del mismo tamaño, la mirada tras las gafas de pasta negra y los ojos brillantes de la iluminada señora, la batalla de las Navas de Tolosa, la indulgencia papal.
Afuera en la calle llovía a mares, Zaragoza oscurecía y entonces recordé que en la misma iglesia se casó mi hermano, el padre de la novia, pero entonces en el altar mayor no estaba la imagen del beato de las gafas de pasta negra, al parecer trabajaba para el milagro de unir los paraísos terrenales con la santidad de la vida terrena, lo consiguió.
¿De qué lado están las paradisiacas Seychelles?
La ceremonia larga, amenizada por un coro de 18 personas que cantaban en latín, me resultó triste porque se empeñaban en que fuera alegre, una boda tiene que serlo, pero los cadáveres del lienzo y la mirada tras las gafas negras del beato no animaban a ello. Al terminar la ceremonia el oficiante anunció y leyó una indulgencia de Benedicto XVI lograda por medio del obispo de la diócesis para los novios. Todos saludaron a los padres y recién casados con sonrisas y besos, mientras el cura por el micrófono recordaba que estábamos en la casa del Señor.
En la comida del lujoso hotel, la lactosa del café con leche que había tomado antes de la ceremonia hizo efecto, una molesta inflamación estomacal provocó que los platos se sometieran al estricto veredicto de un comensal molesto, fatal.Al final de la comida, la recién casada, de blanco, feliz nos saludó como es habitual en estos casos. Mi curiosidad no supo callarse y le pregunté a donde iban de viaje de novios, a las Seychelles contestó con sus alegres ojos redondos. Entonces lo compredí todo. Recordé las imágenes del templo, el beato Josemaría y la Virgen Madre de Dios (uno de los misterios más impresionantes del olimpo cristiano) a la misma altura del altar y del mismo tamaño, la mirada tras las gafas de pasta negra y los ojos brillantes de la iluminada señora, la batalla de las Navas de Tolosa, la indulgencia papal.
Afuera en la calle llovía a mares, Zaragoza oscurecía y entonces recordé que en la misma iglesia se casó mi hermano, el padre de la novia, pero entonces en el altar mayor no estaba la imagen del beato de las gafas de pasta negra, al parecer trabajaba para el milagro de unir los paraísos terrenales con la santidad de la vida terrena, lo consiguió.
¿De qué lado están las paradisiacas Seychelles?
6 comentarios:
Tengo entendido que ese paradisíaco lugar no lo es tanto.Para llegar, sin duda, deberás apuntarte mucho antes al club de los egoístas(comedores de tersos idearios ajenos).Más tarde, si llevas recomendación y vestimenta apropiada, te subirán en un bonito velero sin vela apaterado.Donde, siempre capitaneado por un hombre con pasta, con gafas o no, casi vivirás una travesía con el único CAMINO que a otro se le ocurrió un día para llegar a ser BEATO, que no beat.Comprenderás tu misión final y aceptarás el precio de que algún compañero sea lastre que aligere tu designio.Te sentirás de tu grupo, distinto, mejor, aparte, único, acertado,iluminado.Serás apóstol sin valer para convencer a nadie.Pero sabrás hacer para que nadie note que ni tú estás seguro de lo que dices.Tendrás miedo a que alguien arañe tu armadura, ni la acaricie.Te cerrarás a los virus externos.Venderás humo y más humo sin leña ni chispa alguna.Despreciarás a quién no te mire con ceguera fiel.Marcarás sin marca a tus distintos.Pero, eso si, si resistes, al final del camino tendrás premio.Y está aquí, en una favela llamada Sheychelles, por ejemplo.No tienes ni que esperar a tu prometido CIELO.
Aunque la lactosa, las Navas de Tolosa y la Zaragoza hermosa ,se fermente más que nunca, lo mejor de esa divina boda es el cúmulo de gotas que, contaminadas como casi todo, se asociaron para hacer el amor hacia la lluvia.
Nunca lamentaré el no haber subido a ese tipo de embarcarción.Prefiero mi cáscara de nuez, único espacio que necesita la imaginación sin límites ni dogmas,ni adoctrinamientos de ningún tipo.A mi barguita no le gustan las fronteras, las banderas, los himnos y las SECTAS.O es a mi? Bueno, yo conduzco mi barquita porque me deja ser YO.
Mola.
Fdo.CHICONOZ
hÓrale Chiconoz
Quihubo Con La Patanería mi cuate
sino hay pasta no tienen culpa tus verduras carnal!
suaveeeeeee
Un placer haberte encontrado, Petrusdom. El paisaje que te ilustra me es familiar. Me recuerda mi tan andada Babia. Saludos cordiales.
Del lado lejano y por el momento imposible para mis ojos.
Me hiciste sentir que estaba yo en la boda.
Recuerdos.
Abrazos.
Uno de los propblemas de la iconografía religiosa católica, es justamente la suma de bestiezas y cursiladas ornamentales que coronan los altares y distraen de lo que podría ser, o debería, un rato de ensimismamiento.
El texto raya a la misma altura que el título.
Es un placer leerte, tan ameno y grato.
Un saludo
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