Cuando veo los “escándalos” que se han montado con las caricaturas de El Jueves, las cacerías del Rey y otras ridiculeces, uno piensa que estando en el año 2007, como estamos, a este Reino de España todavía le quedan trescientos años para estar al mismo nivel que Inglaterra por ejemplo.
En el viaje que hizo en 1792 a Inglaterra, Leandro Fernández Moratín se maravillaba del grado de libertad que tenían los súbditos del Rey de Inglaterra tanto religiosa como de opinión. Lo más llamativo era la abundancia de caricaturas de los poderosos y, en muchos casos, de “bastante mérito”. En sus Apuntaciones sueltas de Inglaterra comenta:
“Las caricaturas inglesas son muy divertidas: hay tiendas en Londres que pueden llamarse almacenes de ellas, tal es su abundancia. Todo es asunto acomodado para estas obras: la literatura, la moral, y sobre todo la política, prestan amplia materia a los artífices de este género grotesco, para sacar todos los días nuevas invenciones. ¿Se quiere ridiculizar a un escritor, por más sabio, por más respetable que sea? No hay sino valerse de uno de estos mamarrachistas, que con cuatro líneas y un poco de color le pondrá en ridículo, le presentará al público, y no habrá quien pase por la calle, que no suelte la risa al verle de tan lastimosa figura. Muchas veces una caricatura suple, y aun excede, a la crítica o la sátira más amarga. He visto en estas estampas ridiculizadas las modas de todas las naciones, sus costumbres, y aun sus virtudes: la gravedad de los magistrados de Inglaterra, la afectación de las señoritas, el verdor de las viejas, la vanidad de los nobles, la bajeza de los cortesanos; en una palabra, todos los vicios del hombre en sociedad, expuestos a la risa y al escarnio público. Los debates del Parlamento, los proyectos de los ministros, las resoluciones del Gobierno, los acaecimientos políticos, nacionales o extranjeros, se ven igualmente representados en ellas, unas veces por medio de la alegoría, y otras en composición historial. En unas está el Rey de Inglaterra cagando en un bacín, y celebrando al mismo tiempo consejo privado con sus ministros, representados en figuras de lobos, garduñas, zorras y aves de rapiña. En otras le están éstos metiendo proyectos por el culo con una jeringa; y al paso que los recibe por detrás, los va vomitando encima del Parlamento, que está en cuclillas, recibiendo con grande humildad cuanto el Rey le envía. En otras está el Príncipe de Gales saltando de un birlocho que va disparado, y se le pinta en actitud de caer sobre su querida lady Fitz-Herbert, que está ya en el suelo, panza arriba, con las piernas abiertas para recibirle. En otras el lord Macartney, embajador de Inglaterra, está besando el culo, con mucha devoción, al Emperador de la China. En otras hay un besaculos general, empezando por el Rey, a quien siguen los ministros, el Parlamento, el Clero, el lord Corregidor y el pueblo de Londres, que es el último; y a éste, en vez de besársele, se le azotan cruelmente unos sayones, que le gritan al mismo tiempo: ¡libertad, prosperidad! ¡Viva la Constitución! Si así tratan a su Rey y a sus ministros, no hay que esperar que sean más contenidos con las demás naciones: jamás he visto más abatida la majestad, que en las caricaturas inglesas; ni hay soberano de Europa, por más temido y poderoso que pueda ser, que haya escapado de hacer papel de botarga en ellas, y de haber servido de diversión por dos o tres reales al populacho de Londres.
El ridículo de las caricaturas consiste en tres cosas:
1. en el modo satírico con que se presenta el asunto, que equivale a la fábula en la comedia;
2. en las actitudes de los personajes, que equivalen a las situaciones del teatro;
3. en lo recargado de los gestos, que es lo mismo que la expresión de los caracteres risibles que se introducen en un drama.
Una caricatura es, respecto del diseño en el género agradable, lo que una farsa respecto de la buena comedia. Entre las muchas obras de esta especie que diariamente se publican, hay algunas de bastante mérito; y como en la pintura ha habido autores célebres, también en este género grotesco y recargado, que es un ramo de ella, los ha habido y los hay.”
Precisamente hoy, en el diario ABC, el historiador John H. Elliott habla de que la raíz de los Estados modernos arraigó en tierras con libertad y tolerancia religiosa garantizada; los dos países que cimentaron estos principios fueron Inglaterra y Holanda.
3 comentarios:
Siempre me he custionado, si las caricaturas le llegan verdaderamente a quiénes las inspiran. Lo que no podemos negar que es un género vivo que en ocasiones arranca risa o mienta madres...
Besos, Monique.
Es posible que, dictaduras mediante, tras la recuperación de la democracia se haya sufrido una involución de la libertad de crítica y burla a las instituciones.
No sé si habrá visto las caricaturas de los monarcas que los hermanos Bécquer hicieran allá a finales del S.XIX. Esas sí que eran ofensivas, y no la memez que publicaron en "El Jueves".
Aquí se las dejo.
Perdón. Aquí
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