27 de enero de 2008

Sócrates y la pierna de cordero

El artista, su esposa y la pierna de cordero (Stanley Spencer, 1937)

“Edad, edad, tus venenosos líquidos.

Edad, edad, tus animales blancos.”

(Antonio Gamoneda)


Uno, que comienza a caminar por el sendero de los sesenta, cada día observa con más precisión el paso del tiempo en las señales que arañan su cuerpo.

Zubiri dice que con Sócrates el conocimiento se aleja de los dioses, de la ignorancia , Nietzsche denuncia esa racionalidad a toda costa para “ser dueño de los instintos”,él más bien piensa que “combatir los instintos: esta es la forma de la decadencia; tanto como dure la vida, será la felicidad igual al instinto” y los instintos residen en nuestro cuerpo humano.

Cuando veo este cuadro de Stanley Spencer pienso en la mentira en que vivimos, cómo ocultamos la carnosidad de lo más cercano a nuestro yo más intimo, frágil, la sepultamos entre telas artificiales, olores opacos, pantallas, máscaras, velos religiosos, lejos todo de la naturaleza de nuestro ser porque no queremos ser humanos, ansiamos ser dioses de donde nos arrancó Sócrates en la época oscura.

No queremos aceptar que al fin y al cabo somos como la pierna de cordero, lo real, repulsiva para los vegetarianos y suculento manjar para otros.

Y con el paso de los días yo me pregunto: entonces ¿La espiritualización de la sensualidad se llama amor?

25 de enero de 2008

¿Por qué no?

Después de leer el último libro (El padre de Blancanieves) de Belén Gopegui, uno se hace esa pregunta, ¿por qué no?, y el que no se la hace es porque abandonó su lectura en la página 30.
Es difícil encontrar a una escritora capaz de adentrarse en las aguas políticamente incorrectas de la crítica al capitalismo, de exaltación de lo colectivo frente al individualismo, de enaltecer la acción para cambiar todo este sistema, que hasta la Iglesia Católica critica, pero que nos vemos impotentes cuando cerramos el libro o apagamos la tele y nos vamos a dormir.
La foto ilustra muy bien el trabajo de esta escritora, incita a sumergirse en las aguas de un lago con cocodrilos y con prohibición de bañarse.
La novela algo fría en la exposición de los personajes, tiene uno, sujeto colectivo, que emite ocho informes objetivos, intemporales pero con párrafos como este:
"Los bárbaros, qué duda cabe, han empleado el "por qué no", los salvajes, los que tiraron la primera bomba atómica. También, del otro lado, Koch con el bacilo de la tuberculosis. "¿Por qué no? es la pregunta de las aplicaciones, el científico la conoce mejor que nadie. Y no voy a decir que es la pregunta de la esperanza, porque recelo de la esperanza. Pero no recelo del progreso. Ya sé que no está bien visto lo del progreso. Hasta la izquierda parece haber renunciado a él. No se confunda, por cierto, progreso con el famoso "desarrollo" que ha ido arrollando recursos, culturas, ecosistemas. Digo entonces mejoramiento, capacidad de convertir lo malo en regular, y lo regular en un poco menos regular, lo no preferible en sí preferible"


17 de enero de 2008

El viento, las hojas y Pessoa


Hoy, en la avenida, los plátanos se han desnudado completamente y han dejado al aire los nidos vacíos de este verano. Mientras, por la calzada luchan los coches en su carrera diaria a ver quién llega primero y los paseantes urbanitas, sin prisas, esperamos al semáforo con los ojos pendientes del nido que tiembla en medio del vendaval. En la acera, a ráfagas, las hojas muertas nos atropellan y huyen ruidosas al este, hacia el Mediterráneo. Las hojas sin amo de todos los otoños.

En casa, después de tomar una sopa de miso, he rescatado el “Libro del desasosiego”, donde Pessoa, parece como si lo hiciera después de leer la prensa de hoy, escribe:

“La historia niega las cosas ciertas. Hay períodos de orden en que todo es vil y períodos de desorden en que todo es alto. Las decadencias son fértiles en virilidad mental; las épocas de fuerza, en debilidad de espíritu. Todo se mezcla y se cruza, y no hay verdad más que en el suponerla.

¡Tantos nobles ideales caídos entre el estiércol, tantas ansias verdaderas extraviadas entre la escoria!

Para mí son iguales dioses u hombres, en la confusión prolija del destino inseguro. Desfilan ante mí, en este cuarto piso desconocido, en sucesiones de sueños, y no son para mí más de lo que fueron para quienes creyeron en ellos. Ídolos de los negros de ojos inseguros y espantados, dioses animales de los salvajes de sertones enmarañados, símbolos figurados de los egipcios, claras divinidades griegas, rígidos dioses romanos, Mitra, señor del Sol y de la emoción, Señor Jesús de la conclusión y de la caridad, criterios varios del mismo Cristo, santos nuevos dioses de las nuevas villas, todos desfilan, todos, en la marcha fúnebre (romería o entierro) del error o de la ilusión. Marchan todos, y detrás de ellos marchan, sombras vacías, los sueños que, por ser sombras en el suelo, los peores soñadores creen que permanecen firmes sobre la tierra –pobres conceptos sin alma ni figura, Libertad, Humanidad, Felicidad, el Futuro Mejor, la Ciencia Social, y se arrastran en la soledad de la tiniebla como hojas movidas un poco hacia el frente por una cola de manto regio que hubiese sido robado por unos mendigos.”

Mi amigo Juan dice que Pessoa es un filósofo, yo añadiría: además de poeta idealista. Decía que vivir es no pensar y se pasó toda su vida amarrado a un escritorio atrapando ideas sin ligaduras que pasaban por la calle como las hojas movidas por el viento del norte.

16 de enero de 2008

Blancanieves y los normales



El libro que leo estos días ya me ha enganchado, no suele ocurrir muy a menudo, pero esta vez Belén Gopegui lo ha conseguido. “El padre de Blancanieves” es un relato a base de fríos informes, cálidos relatos, como un collage, que va tejiéndose ante los ojos del lector de forma un tanto desmañada pero con un sentido muy claro: tratar de exponer el compromiso social y la mentira en la que vivimos, de la individualidad y lo colectivo, en la acción más que en la pasividad de lo presente, de la ciencia y la subjetividad que nos rodea. A veces incluso en el paisaje urbano, entre los personajes, nos muestra un poema de Roberto Fernández Retamar, poeta cubano que yo no conocía

FELICES LOS NORMALES

Felices los normales, esos seres extraños,
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
Los flautistas acompañados por ratones,
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
Los delicados, los sensatos, los finos,
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

Hoy he subrayado este párrafo:

“En química parece que sí existen las transformaciones tienes una sustancia, tienes otra y si las unes emerge una tercera sustancia que es realmente nueva, es otra distinta de las dos que tenías. Me gustaría saber química de verdad, comprender ese proceso a la perfección. Pero soy de letra y las humanidades están más familiarizadas con el pesimismo. Porque en las humanidades no puedes librarte de la historia. Del crío caprichoso y el adulto que intenta ser una buena persona no emerge algo completamente nuevo. Los dos están presentes...”

Mañana seguiré leyendo, ¿dónde está el padre de Blancanieves?

12 de enero de 2008

Caída en remolino


(Fotografía de Alfred Domínguez)

“I have started to say”

I have started to say

“A quarter of a century”

Or “thirty years back”

About my own life.

It makes me breathless.

It’s like falling and recovering

In huge gesturing loops

Through an empty sky.

All that’s left to happen

Is some deaths (my own included).

Their order, and their manner,

Remain to be learnt.

-------------------------------------------------------------------------------------------------

HE EMPEZADO A DECIR

He empezado a decir

“hace un cuarto de siglo”

o “treinta años atrás”

cuando hablo de mi mismo.

Me deja sin aliento:

es como una caída en remolino,

cambiando de postura, haciendo gestos,

por un cielo vacío.

Sólo queda esperar algunas muertes,

incluyendo la mía.

En qué orden, de qué modo,

sigue siendo el enigma.

(Traducción de J.M. Benítez Ariza)

Este poema de Philip Larkin, que hallé en el número 3 de la “RevistAtlantica”, publicada hace diecisiete años, resume con mucha claridad el sentimiento de los que vamos como cayendo por un cielo vacío, con gestos e imposturas y sentimos algunas muertes, hoy la del poeta Ángel González, como señales de un enigma que nunca dejará de inquietarnos.

8 de enero de 2008

Balzac y la vida eterna


Después de leer “Eugenia Grandet” se entiende un poco mejor el final de los periodos revolucionarios de Francia y la sociedad que hizo posible la llegada de la modernidad dentro del entramado del poder, la riqueza, la Iglesia y el pueblo de provincias vs. gran ciudad (París).

Balzac es uno de esos raros artistas con una honradez literaria a prueba de críticos. Era monárquico conservador pero no le impidió describir personajes e historias desde una perspectiva realista aunque pudiera poner en peligro sus creencias más íntimas. Era el escritor capaz de “apartar los prejuicios y las convicciones para describir lo que realmente ve” (según el sociólogo marxista Georges Luckas), algo que en nuestros tiempos resulta difícil encontrar. Balzac supo como nadie describir el mundillo del dinero, la banca, los préstamos, la usura (ahora se dice rentabilidad financiera) como palancas de los poderosos para acrecentar su riqueza en el tránsito de la sociedad rural a la industrial.

Hay un párrafo en el libro que he subrayado por su actualidad. Ahora (año 2007 después de Cristo) que el Papa y sus cardenales salen a la calle por el tema del divorcio, la homosexualidad, y no dicen nada de la vida eterna, o la pobreza por ejemplo, que es en mi humilde opinión de lo que deberían entender más, este párrafo resume el gran fracaso de la acción eclesiástica (que no quieren reconocer). Lo fácil es decir que la culpa la tiene el Gobierno:

“Los avaros no creen en la vida futura, el presente lo es todo para ellos. Esta reflexión arroja una horrible claridad sobre la época actual, en la cual, más que en ningún otro tiempo, el dinero domina las leyes, la política y las costumbres. Instituciones, libros, hombres y doctrinas, todo conspira para minar la creencia en una vida futura, sobre la cual se apoya el edificio social desde hace mil ochocientos años. Ahora la tumba es una transición poco temida. El porvenir que nos esperaba después del Réquiem ha sido trasladado al presente. Llegar por fas et nefas al paraíso terrestre del lujo y de los placeres vanos, petrificar el corazón y macerarse el cuerpo para obtener posiciones transitorias, igual que antes se sufría el martirio de la vida para obtener los bienes eternos, es le pensamiento general, pensamiento por lo demás escrito en todas partes, hasta en las leyes que preguntar al legislador: “Y tú ¿qué pagas?, en lugar de decirle: Y tú ¿qué piensas?” Cuando esta doctrina haya pasado de la burguesía al pueblo ¿qué será del país?”

Hace 175 años decía Balzac que las dos palabras que movían París y otras ciudades eran: oro y placer. Todo sigue igual.