23 de julio de 2007

Hasta dentro de unas semanas




En el atardecer
sólo hay en el jardín
ruido de insectos.
(Ryookan)

Y yo me voy de viaje, a sentir de cerca los bosques y las praderas del norte.

15 de julio de 2007

Estos son Memes y no los de Dawkins

Ocho cosas que previsiblemente no sepan de mí. Me lo pasa para fastidiarme el profesor Luri , aunque soy tímido y no sé a quién puede interesarle, transformo el fastidio en ejercicio de novato blogero antes de lanzarme a la carretera para corretear unos dias por los prados, bosques y rios de Asturias:
  1. Me agrada decir me agrada, pero no lo consigo muy a menudo.
  2. Según me contó mi madre, la primera palabra que aprendí a decir fue ajo y después puta.
  3. Soy fiel y leal con personas, sindicatos, empresas y animales, hasta que ofenden al sentido común (sensus communis).
  4. Cada año que pasa tengo menos pelo y estoy más sordo, luego dicen que no preparo con anticipación mis viajes.
  5. No me gusta pregonar que soy ateo, pero hoy después de leer a Jesús Mosterin me vienen vibraciones panteístas al cortex, como cuando era más joven.
  6. No pude librarme del Servicio Militar Obligatorio pero conseguí que un comandante del Glorioso Ejército del Caudillo Franco me tocara los pies planos.
  7. Me repugnan los que dicen que siempre dicen la verdad, me recuerda una frase de Mirbeau que decía “si queréis triunfar en este mundo, matad vuestra conciencia”.
  8. El día que pasé más miedo fue cuando regresaba de un viaje de fin de estudios, al pasar la aduana en La Junquera. El Guardia Civil que registraba mi maleta encontró un pequeño busto de Goethe que compré en Frankfurt. Me preguntó quién era y como no le convenció mi respuesta me apartó del resto de mis compañeros, para consultar con el Jefe si aquel señor era un famoso comunista o algo así. Ocurrió en 1970.

Y para que disfruten, si quieren, se lo paso a :

Amalia


Horrach

Luís Rivera

Monique Camus

Tantamount

Glup

Gwynette

Viajero a Itaca

Bilbao, Durero y Kiefer



Después de unos días desconectado, de viajes y amodorramiento estival, y antes de que me vuelva a dar la pájara por las montañas de Asturias, me asomo a esta ventana silenciosa para expresar mi alegría después de conocer Bilbao.

Cuando se visita por vez primera un ciudad, te encuentras casi siempre con restos de lo que fue e indicios de hacia donde se ve lanzada por los actuales habitantes. Esta foto creo que recoge, en el caso de Bilbao, esa impresión primaria: una calle atiborrada de coches, farolas retros, con edificios funcionales y grises de una ciudad provinciana con aires de grandeza y aparente placidez a pesar de las pintadas de "Gora Eta", encajonada en un paisaje roto por ese edificio metálico, impresionante, frío y a la vez de ondulante calidez que es el museo.

La sorpresa se encuentra dentro, en el Museo de Guggenheim, con dos exposiciones magníficas de dos épocas, de dos grandes artistas unidos por un mismo idioma y cultura. Albert Durero y Anselm Kiefer. Durero que vivió el tránsito del dominio de la Iglesia Católica al de los príncipes alemanes bajo la Reforma de Lutero. Anselm Kiefer, nacido al final de la Segunda Guerra Mundial en un país vencido y aborrecido por los crímenes nazis, que se lanzó a la pintura al dejar la tarima de profesor de Derecho.

En resumen, en el museo me encontré con dos visiones personales, una del Renacimiento Alemán, época de grandes transformaciones europeas, tránsito del Catolicismo Romano a la Reforma de Lutero y la actual, plasmada en esas obras que nos preguntan sobre lo absurdo de la cultura europea después del imperio de las grandes ideologías totalitarias que dejaron unos inmensos campos de cenizas, como los que reproduce Kiefer de forma tan magistral en sus enormes lienzos. Son dos miradas en una ciudad que nos recuerda que el dolor es el precio que pagamos por la libertad.