15 de julio de 2007

Bilbao, Durero y Kiefer



Después de unos días desconectado, de viajes y amodorramiento estival, y antes de que me vuelva a dar la pájara por las montañas de Asturias, me asomo a esta ventana silenciosa para expresar mi alegría después de conocer Bilbao.

Cuando se visita por vez primera un ciudad, te encuentras casi siempre con restos de lo que fue e indicios de hacia donde se ve lanzada por los actuales habitantes. Esta foto creo que recoge, en el caso de Bilbao, esa impresión primaria: una calle atiborrada de coches, farolas retros, con edificios funcionales y grises de una ciudad provinciana con aires de grandeza y aparente placidez a pesar de las pintadas de "Gora Eta", encajonada en un paisaje roto por ese edificio metálico, impresionante, frío y a la vez de ondulante calidez que es el museo.

La sorpresa se encuentra dentro, en el Museo de Guggenheim, con dos exposiciones magníficas de dos épocas, de dos grandes artistas unidos por un mismo idioma y cultura. Albert Durero y Anselm Kiefer. Durero que vivió el tránsito del dominio de la Iglesia Católica al de los príncipes alemanes bajo la Reforma de Lutero. Anselm Kiefer, nacido al final de la Segunda Guerra Mundial en un país vencido y aborrecido por los crímenes nazis, que se lanzó a la pintura al dejar la tarima de profesor de Derecho.

En resumen, en el museo me encontré con dos visiones personales, una del Renacimiento Alemán, época de grandes transformaciones europeas, tránsito del Catolicismo Romano a la Reforma de Lutero y la actual, plasmada en esas obras que nos preguntan sobre lo absurdo de la cultura europea después del imperio de las grandes ideologías totalitarias que dejaron unos inmensos campos de cenizas, como los que reproduce Kiefer de forma tan magistral en sus enormes lienzos. Son dos miradas en una ciudad que nos recuerda que el dolor es el precio que pagamos por la libertad.



1 comentario:

Conciencia Personal dijo...

Me llena tu regreso.

Besos, Monique.