20 de agosto de 2018

EL GOLPE ARDIENTE


Estoy leyendo Retrato de una artista adolescente, y ha habido un momento que me he quedado afectado a medida que leía este párrafo:

"Stephen cerró los ojos y extendió su mano temblorosa, con la palma hacia arriba... Un golpe ardiente, abrasador, punzante, como el chasquido de un bastón al quebrarse, obligó a la mano temblorosa a contraerse toda ella como una hoja en el fuego. Y al ruido, lágrimas ardientes de dolor se le agolparon en los ojos. Todo su cuerpo estaba estremecido de terror, el brazo le temblaba y la mano, agarrotada, ardiente, lívida, vacilaba como una hoja desgajada en el aire" ( Retrato de un artista adolscente. J.Joyce, traducción de Dámaso Alonso, Ediciones Orbis, SA 1991)

Como una nube oscura en un día de tormenta, este relato me trae recuerdos y olores de la infancia dolorida de los años cincuenta. Sesenta años después quedan rastros de aquellos golpes injustos, de aquellas tardes con olor a hojas de eucaliptus hervidas en una enorme lata vacía de atún, mientras el maestro se paseaba rascando su nuca canosa con una vara de avellano.

Y lo difícil, hoy, es descubrir esos rastros en mis manos, en mis ojos, en mis oidos, porque la memoria ha conseguido borrarlos en parte. Pero, en mi forma de ver, leer la vida, los miedos, los silencios, la rebeldía, la violencia, en eso si que me afectó y mucho. Fueron muchos golpes, pero no impidieron aminorar el esfuerzo para seguir caminando por la ciudad complicada en la que elegímos vivir.

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