27 de enero de 2012

Tres parejas: Stamm, McEwan y Perec



Son casualidades que al leer mis tres últimas novelas, las tres traten de las vivencias de unas parejas de distintos países, de momentos diferentes en épocas contemporáneas y con un mismo tema: la búsqueda de un lugar de vida común en una sociedad que vive cambios muy acelerados. Tres profesiones, tres lugares geográficos concretos.



Chesil Beach de Ian McEwan, Inglaterra años sesenta una pareja de recién casados en su noche de bodas ve cómo estallan todas sus ilusiones y ansiedades. En el relato de sus vidas, desde que se conocen hasta que se buscan la vida cada uno por su lado, nos deja una imagen de máscaras caídas. Eduard y Florence se buscan pero no se encuentran en aquella playa . Al final creen que sus vidas hubieran podido cambiar completamente: no haciendo nada. Eduard piensa, ya en los años ochenta:
¿Qué había hecho de si mismo? Se había dejado llevar por la corriente, medio dormido, poco atento, sin ambición, sin seriedad, sin hijos, confortable.


Siete años de Peter Stamm, Alemania años noventa, es también el discurrir de las vidas de Alex y Sonja, compañeros de estudios que deciden casarse y tener hijos al mismo tiempo que se lanzan a la vorágine del trabajo de arquitectos. Recoge la época del esplendor y la llegada de la crisis económica, el paro, y por supuesto también la rotura de la pareja porque él, otra vez él, no sabe si la ama en una sociedad competitiva, en un mundo de deseos y ambiciones pero tambien de búsqueda del placer inmediato en un mundo de esfuerzo y disciplina. Ante un futuro que reside "en la sociedad por accionistas individual, la Yo-Empresa", Alex no encuentra un lugar con su pareja y decide irse, también, lejos. Abandonar, no hacer nada.



Las cosas de Georges Perec, París años sesenta, Jérôme y Sylvie son el reflejo de la llegada de la sociedad de consumo, la competencia laboral, la búsqueda fuera de lo que se esconde dentro de cada uno. Aquí no hay intimidad de dos personas jóvenes que se aman, aquí hay un grandioso escaparate de imágenes de objetos que reflejan unos años de búsqueda y que no se sabe que se busca. Es un mosaico muy francés, lujo-belleza-voluptuosidad + buscarse la vida, de un mundo lleno de deseos y de objetos donde la pareja de jóvenes quieren triunfar:
Los que solo quieren vivir y llaman vida la libertad máxima, la sola búsqueda de la felicidad, la exclusiva satisfacción de sus deseos o instintos, el uso inmediato de las riquezas ilimitadas del mundo -Jérôme y Sylvie habían hecho suyo este vasto programa-, ésos serán siempre desgraciados.
El de mi admirado Perec es el mejor libro de los tres, al menos el que mejor representa el trabajo de un escritor que se esfuerza por describir el mundo que le rodea y lo hace con dos personajes que luchan por su bienestar sin entrar en matices. Al final, también aquí: "Se irán. Lo dejarán todo. Huirán. Nada habrá podido retenerlos" En definitiva, el mundo que les ha tocado vivir les empuja a no hacer nada.

12 de enero de 2012

El Havre

Voy poco al cine, es cuestión de mala organización de mis tardes y quizás también del aluvión de películas basura que nos tiran por las pantallas.


He visto El Havre de Aki Kaurismäki, una historia limpia, ordenada, con estilo, sin preciosismos, que me pone una inyección de esa vitamina tan escasa hoy en día, optimismo inteligente. Cuando ayudar al otro nace espontáneamente, sin concienciaciones baratas, de la mano de personas sencillas, poetas de la calle, es un buen toque de atención a tanta chatarra demagógica cibernética. Es un canto a la esperanza, tal vez al milagro. No recuerdo haber visto ninguna película de Kaurismäki, pero la atmósfera tan personal que consigue es un buen ejemplo de acto de creación de todo un artista.

Sencillamente, El Havre me ha llegado por su cercanía y color ante un tema tan dado a la tenebrosidad y la demagogia. Y además porque me emociona ver al limpiabotas protagonista, comer en su casa con su copa (no un vaso de "duralex") de vino, en silencio mientras su compañera lo mira.