31 de diciembre de 2011

Cinema Elíseos, feliz 2012

Cinema Elíseos
He estado dos días en Zaragoza, mucho frio. Cerca de la plaza de Paraíso, toda en obras, me encuentro que mi cine Elíseos sigue, sigue vivo. Supongo que su interior estará igual, con su sala circular con adornos neoclásicos. Allí fue mi descubrir que el cine era también de arte y de ensayo, un invento para poder ver películas de Fellini, Truffaut, Bergman y también Luis Buñuel.

Ahora, después de tantos años, queda congelada la imagen del cine entre el cochambroso ruido de las máquinas como un eslabón silencioso que encadena a mi forma de sentir y de reflexionar sobre lo que me rodea. Intentar ser como en aquellos años 70 que buscábamos en la pantalla del Cine Elíseos las preguntas y las respuestas a la confusión de nuestros veinte años. Ahora son tiempos de esfuerzo para que la tristeza y el desanimo no agrande nuestras arrugas en este año 2012 con nubarrones tan oscuros en el horizonte.

25 de diciembre de 2011

Butes, el nadador eterno.


Butes de  Pascal Quignard escarba en las tierras resecas de la Grecia de Teombroto para trazar el mapa que conduce a la música. Teombroto se suicidó después de leer el Fedón de Platón, en donde descubrió las enseñanzas de Sócrates sobre la inmortalidad del alma. El Butes personaje mítico que atraido por el canto de las sirenas se lanzó al agua para no oir la música de Orfeo, el civilizado, el que mantiene sentado en su bancada a los remeros, el que con su plectro arranca notas a su caparazón de tortuga para que los remeros no oigan la música originaria de las aves con cabeza y busto de mujer.
"¿Qué es la música originaria? El deseo de arrojarse al agua.
Los dos, Teombroto y Butes, huyen de lo corpóreo para alcanzar la paz en las aguas profundas donde los dioses permanecen sin tiempo ni espacio, sumergidos en la música prenatal.
"¿Qué hay en el fondo del deseo de arrojarse al agua? ¿Qué hay en el fondo del deseo de sumergirse en la cosa que obsesiona; de dar el último salto; de lanzarse sin demora y decididamente en pos de lo que se ignora; de franquear el Rubicón; de romper las amarras; de librarse de todas las precauciones; de arrojarse a la boca del lobo; de jugar a fondo perdido?
 La respuesta podría estar en las lápidas de la sepultura de Paestum, la del nadador que se lanza desde una construcción de columnas al agua totalmente desnudo, sin miedo.

19 de diciembre de 2011

No quiero relojes


Pasando las hojas del semanal del domingo quedo aturdido por el empeño de los publicistas para que compremos relojes de lujo, supérfluos, hasta diez marcas diferentes que ofrecen distinción, precisión, virilidad, riqueza, seguridad en suma.
En la calle, la crisis nos muestra otro reloj más cercano, los montones de hojas sin recoger, pisoteadas y zarandeadas por el viento para pregonar la llegada del señor invierno.
No necesito relojes.

4 de diciembre de 2011

Pascal Quignard o el lector desaparecido


Es un libro de fragmentos que quiere contar la historia de un lector desaparecido, El lector de Pascal Quignard:
Así como no teníamos la certeza de que vivía, creo que tampoco nos pondremos de acuerdo sobre el hecho de su muerte. Escribió poco. Leyó mucho. Mil vidas muertas, que eran o antiguas o ficticias, pronto habían ocupado el lugar de su vida. Como todo ser que lee, poseía la rica piedra que trae de nuevo  a la luz la sombra de los muertos aunque, con todo, nadie tenga la certeza de que por un golpe opuesto no hunda a quién la posee en su mundo imposible. En ese caso, ¿por qué no desaparecería allí donde desaparecieron esas vidas pasadas? Fue todo lo que leyó.
Yo como lector me pierdo en ese bosque de fragmentos.