8 de agosto de 2009

Sombras del estio,


El mes pasado visité a un antiguo compañero de la oficina, ya jubilado, con el que comentaba lecturas y escrituras cosa rara en aquel ambiente gris y mediocre del trabajo bancario. Era muy aficionado a la literatura llamada de ciencia ficción, como si un relato aunque sea científico no sea pura ficción, incluso me dejó leer su manuscrito EL CLIK para que le diera mi opinión.

Sentados en la terraza de su casa, Del. me confesó que después de tantos años de leer literatura, novelas y relatos clásicos, ahora iba a la biblioteca municipal a por novelas negra y sobre todo la prensa diaria (se ha pasado de El Mundo al ABC). Ahora escribía comentarios relacionados con la actualidad política, me mostró dos volúmenes con sus escritos de la primera legislatura de Zapatero, debió ver mi cara de extrañeza y no dijo nada, yo tampoco quería molestar al anfitrión.

Me dejó algo triste, como si hubiera presenciado la deserción de un compañero de marcha por la montaña, cuando se da cuenta que la cima a alcanzar no merece la pena y se queda esperando en un peñasco a que volvamos el resto del grupo. Parado en el presente.

Quizás la vida ya no le interesaba, al menos no la encuentra en la trama de los relatos que la literatura nos ofrece porque de eso se trata, de encontrar los nudos tejidos que conforman el sentido de toda nuestra existencia en la voz de un narrador que esconde al autor siempre presente pero ausente en el tiempo.

En un discurso Vila-Matas que he leído estos días lo explicaba mejor:"La literatura es una observación universal que abarca los dilemas de la existencia humana, y nada es tabú. Si algo lo es, se debe a que viene impuesto del exterior: la política, la sociedad, la ética y las costumbres pretenden recortar la fuerza singular de la escritura"

Estos días en Peñíscola contemplando desde la terraza de casa el vaivén de las barcas ancladas a orillas del mar creo por momentos que yo también, cuando más aprieta el calor húmedo, me siento parado en el presente y como decía Pessoa, otro oficinista:
Paso horas en Terreiro do Paço, a la orilla del rio, meditando en vano.
Me repongo del bochorno con una taza de te verde y tomo el libro de Gao Xingjian "La montaña del alma" por ver si logro encontrar esos nudos, todo menos seguir el bochornoso espectáculo de los políticos de estas tierras que deambulan sin cansancio como esos perros en la pintura de Barceló "Autour du lac noir" que meditan como si se preguntasen "¿Qué prefieres la realidad o la simulación, la ficción?