30 de mayo de 2009

En el corazón de J. Conrad



¿Qué personaje del libro de J. Conrad “El corazón de las tinieblas” expresa las opiniones del propio autor? Lo que pensaba sobre el genocidio belga en el Congo, sobre la inutilidad para los africanos del colonialismo blanco, la denuncia del supuesto altruismo del colonialismo mercantil que se mantenía desde Montesquieu.

Marlow nos incita a leer hasta el final para conocer a ese tenebroso personaje, peón de la maquinaria sangrienta, que es Kurtz. Al final descubrimos, antes de que apareciera Hitler, que el ansia de riqueza y poder le lleva convivir de un modo rutinario, casi doméstico, con la barbarie y la bestialidad más inhumana o tal vez demasiado humana.

El viaje por el río, con todo lo que conlleva, es un trayecto que no tiene sentido más que para describir las etapas del conocimiento de aquel enorme genocidio (6 millones) que se perpetró por el rey de Bélgica y que nadie se atrevía a denunciar, el horror era tan cotidiano que no llamaba la atención. La idea del paradisíaco indígena que había llegado desde la Polinesia (Diderot), bien ilustrado por Gauguin, se esfuma en “El corazón de las tinieblas” en palabras de esa magnífica invención que es Marlow, el Conrad oculto.

Este relato es de esas obras que como dice Vila-Matas: “esperamos de ellas revelaciones que nunca llegan, siempre a la luz del discurso entretenido de un narrador perverso que demora como puede la decepción final”. Es como en una travesía entre montañas que siempre tienes a la vista la silueta imprecisa del final del viaje, fatigoso y cansado, pero que sabes que allí está lo peor, subir a la cima y sigues caminando.

Las palabras y comentarios de Marlow salen del corazón de Conrad, que no quiso expresarlo directamente, al fin y al cabo colaboró como marino mercante en aquel horror tan familiar del colonialismo blanco del siglo XIX.


22 de mayo de 2009

Renacer


(Una página de "Anónimos" ed. Traspies, coloreada por mi)

No me llamo Ismael, pero desde hace muchos años suelo darme paseos por la parte acuática del mundo, la que no puedo pisar, todo aquello que es un continuo sugerir: la literatura. Al igual que el Ismael de Melville, también necesito combatir la melancolía y regular la circulación de la sangre con un libro de relatos en las manos.
Leí hace unos días el librito (Anónimos) de Miguel Sanfelíu, del que no se nada más que lo que leo en su blog. Son cuatro relatos cortos:"Solo","Anónimos", "El campeón de Arequipa", "Renacer", muy sencillos, de fácil lectura pero que dejan un reguero de sugerencias para que el lector las desvele sin oscuridades metafísicas ni empalagosas descripciones.
Los cuatro relatos están ilustrados por el propio Miguel, como aquellos libros de aventuras que leía en la infancia con dibujos alternando las páginas llenas de palabras, palabras que nos abrían mundos tan alejados de nuestras vidas recluidas.
El relato, para mi, más redondo ha sido el último, "Renacer", en el que el narrador descubre que madurar es ser otro diferente casi sin darse cuenta, ese otro que no queremos reconocer en nuestras decisiones más importantes. Me ha sentado bien.


14 de mayo de 2009

Una sobrasada de escándalo


Gran escándalo porque una multitud de asistentes al partido de fútbol le pitan al himno nacional con la presencia del Rey. Como si todo el mundo tuviera que ser monárquico, incluso cuando se tiene el cuerpo bañado en la adrenalina prevista antes del partido. Cuando uno ve al Borbón presidir un partido de futbol tiene que acallar su euforia o expresarla, eso es la libertad de expresión. Gran escándalo cuando esas expresiones no coinciden con lo que esperan los músicos de turno.

Cerca de casa una empalizada artesanal se cae desgastada por la lluvia y el abandono, aspecto que no consiguen ni de cerca en las películas de cine, las tablas dejan ver un campo asilvestrado con un níspero, una higuera y un lauro que no añoran a su huertano porque siguen verdes y arqueando sus ramas de frutos. Nadie se escandaliza, los árboles y las hierbas también pitan pero nadie les hace caso.

En casa abro el artesanal paquete que me envía desde su Mallorca dorada el convaleciente y dolorido Manuel Ortíz. No podemos resistir y preparamos dos magníficas rebanadas de pan con la golosa sobrasada mallorquina. Pienso en Manuel y casi me emociona al recordar sus palabras por el trance que pasa estos días de dolor, pero inmisericorde el lujurioso embutido me engulle y disfruto sin escándalo mientras oigo por la ventana el sonoro alborozo de los forofos del Barça, las pitadas de los coches. Gracias Manuel, nunca pensé que por expresarme libremente en tu blog ahora pudiera disfrutar tu magnífica sobrasada mallorquina.

7 de mayo de 2009

Amigo Mario Benedetti




Vengo del blog de Eterna Aprendíz, me sumo al homenaje a un poeta que está por momentos de esos que se dice de ida y vuelta, en el hospital.

Recuerdo este verso de su libro "Inventario Uno". Mario Benedetti acerca su lupa poética a los instantes más humanos que todos vivimos o viviremos:

SINDROME
Todavía tengo casi todos mis dientes
casi todos mis cabellos y poquísimas canas
puedo hacer y deshacer el amor
trepar una escalera de dos en dos
y correr cuarenta metros detrás del omnibús
o sea que no debería sentirme viejo
pero el grave problema es que antes
no me fijaba en estos detalles.