26 de abril de 2009

De ferias y libros



El 23 de abril he paseado por entre las casetas de la Feria del libro. Veo el puesto de ANIMACIÓN A LA LECTURA completamente vacío. Nada ha cambiado, casi los mis títulos en todas los puestos,todo como muy oficial y poco original. Un grupo de niños de siete u ocho años corretea por entre libros de filosofía con la sana alegría de la ignorancia.

He preguntado por un libro concreto que nadie conocía, un libro aparecido a principio del mes de abril. Nada sabían - Con tantas novedades de las grandes editoriales no hay sitio en las estanterías para editoriales minoritarias, me dicen. Al final en SIDECAR LIBROS he encontrado un libro no muy llamativo de Vila-Matas: "El viento ligero en Parma" que ha conseguido aliviar mi breve decaimiento.

Al día siguiente, por fin encontré el librito tan raro y tan reciente: su publicación: "Anónimos" de Miguel Sanfeliu y para acabar con el paseo libresco caí en la tentación de comprar:"Calle de las Tiendas Oscuras" de Patrick Modiano.

Escribiré sobre ellos, pero hoy al hojear el libro de Vila-Matas, casi sin prestar atención, he leído una frase, de su Explorador que avanza, que no me resisto a copiar en esta página bloguera:
" Soy consciente de que todo cuanto la literatura puede enseñarnos (creo que lo decía un clásico, no sé cuál) no son métodos prácticos, sino sólo las posiciones. El resto es una lección que no debe extraerse de la literatura, es la vida la que debe enseñarla. Es más, tal vez sólo aprendiendo de ella uno puede acabar haciéndose con un estilo literario...un lenguaje calibrado ... para expresar nuestra relación con el mundo; una posición frente a la vida, un estilo tanto en la expresión literaria como en la conciencia moral."
La vacuidad de la caseta de animación a la lectura, una instantánea, parece como si algunos estuviesen empeñados en que no se enseñe a buscar esa conciencia entre las páginas de libros con estilo.


19 de abril de 2009

Un país en la oscuridad



He leído estos días de sombras y nubes voladeras la última obra de Paul Auster, Un hombre en la oscuridad, por comprobar si mi forma de contar historias se parece en algo al escritor americano, según me insinuó un profesor de la universidad.

El autor protagonista, su nombre lo dice todo: August, que crea una ficción en un mundo en guerra, que resume en sus meditaciones actuales un pasado de hombre urbano abierto y confiado, que relata su vida a su nieta resume un modo de afrontar las decisiones sobre la vida en pareja. Pero siempre queda un escenario casi oculto con el tema de la guerra, la destrucción y el amor. El protagonista crea historias por la noche para entretener su insomnio, un esquema de la creación en la oscuridad y silencio, se crea lejos del ambiente mercantil.

El novio de su nieta quiere irse a Iraq con una empresa para afrontar su mediocridad, no puede crear historias, tema muy importante con un final espectacular. Le dice casi al final de la novela al accidentado anciano protagonista:

  • Toda la vida he querido ser escritor. Tú lo sabes, August. Hace años que te vengo enseñando mis desastrosos cuentecillos, y tú has sido lo bastante amable para leerlos y brindarme tus comentarios. Me has animado, y te lo agradezco mucho, pero los dos sabemos que no se me da bien. Mis textos son áridos, pesado y aburridos. Chorradas. Cada palabra que he escrito hasta ahora no es más que mierda. Ya hace casi dos años que salí de la universidad, y me paso el día sentado en un despacho , contestando al teléfono en una agencia literaria. ¿Qué clase de vida es ésa? Tan monótona, tan segura, que ya no puedo soportarla más, joder. No sé nada, August. No he hecho nada. Por eso me voy. Para experimentar algo que no tiene nada que ver conmigo. Para estar en este podrido mundo y descubrir lo que se siente formando parte de la historia.

Ese sentirse parte de la historia es para mí la gran mentira que se vive con entusiasmo en este mundo, con el bombardeo de la publicidad y la mercadotecnia de los medios de comunicación. Hoy leo en la prensa que el país que se inventó la guerra de Iraq, que torturó y creó muchas historias de desaparecidos no va a encarcelar, ni juzgar, a sus domésticos criminales.

Paul Auster tiene todavía muchas historias que contar de sus anodinos conciudadanos, que supongo seguirán mirando el techo en la oscuridad de las noches de insomnio.

8 de abril de 2009

El arco iris de la imaginación

En literatura son todo variaciones sobre una misma historia desde aquél día que uno vino a la cueva donde nos resguardamos del frío y nos contó lo que había visto y oído en la cacería. Luego otro lo representó mediante unos signos y otros muchos lo leyeron en voz alta durante mucho tiempo. Entre lo que realmente imaginó o sintió su autor y lo que luego comprendemos al leerlo hay dos saltos, como dos trampolines, en los que sus protagonistas son las imaginaciones del creador y del lector.

Raymond Queneau, un artesano de la escritura literaria, escribió un libro titulado "Exercices de style" (1947) en el que trata un mismo asunto de un centenar de maneras diferentes. El resultado además del virtuosismo manifiesto del autor para conocer tantas formas de escribir es una lección de creación y de humor gratuito.

En versión de Antonio Fernández Ferrer, el capítulo titulado "Arco iris" describe el asunto de la anécdota del autobús incluyendo los colores. Este ejercicio podemos verlo en la prensa diaria al informar un mismo asunto según el color de su clientela:
Un día, me encontré en la plataforma de un autobús violeta. Había allí un joven bastante ridículo: cuello índigo, cordón en el sombrero. De repente, protesta contra un señor azul. Le reprocha, especialmente, con voz verde, que lo empuje cada vez que baja gente. Dicho eso, se precipita hacia un sitio amarillo para sentarse.
Dos horas más tarde, me lo encuentro delante de una estación anaranjada. Está con un amigo que le aconseja que se haga añadir un botón en su abrigo rojo.
(Dedicado a todos los que escriben sin esperar nada a cambio, como en los blogs)

3 de abril de 2009

Mientras la vida no me canse




En estos días en que el paisaje valentino se cubre de telas para esconder sus vergüenzas de arcilla, los poderosos atragantan sus lenguas podridas de mentiras mientras elevan plegarias a su altísimo, la primavera no se para ante el burgo podrido maquillado y repintado por los arquitectos sin alma.

Recurro a Ricardo Reis, blando con su poema abierto. Ricardo Reis, uno de los cuatro heterónimos depositarios de diferentes personalidades de Pessoa sobre los que esparció su poesía, es un médico nacido en Porto en 1887. Vive exiliado desde 1919 en Brasil, que une en su persona imaginada a Séneca con Lucrecio y Horacio.

Los dos extremos de la cuerda en la que nos balanceamos muchos funámbulos entre el “sustine et abstine” y el “carpe diem”, entre la creencia endiosada de inmortalidad y el apabullante anuncio cocacolesco.

"Prefiero rosas, amor mío, a la patria,

Y antes magnolias amo

Que a gloria y a virtud.


Mientras la vida no me canse dejo

Pasar por mí la vida

Mientras yo siga siempre el mismo.


¿Qué importa a quien ya nada importa

Que uno pierda y otro venza

Si el alba raya siempre,


Si cada año con la primavera

Las hojas aparecen

Y con el otoño cesan?


Y el resto, lo demás que los humanos

Añaden a la vida,

¿Qué le acrece a mi alma?


Nada, salvo el deseo de indiferencia

Y la blanda confianza

En la hora huidiza"


Prefiro rosas, meu amor, à pátria

E antes magnólias amo

Que a glória e a virtude.


Logo que a vida me nâo canse, deixo

Que a vida por mim passe

Logo que eu fique o mesmo


Que importa àquele a quem já nada importa

Que um perca e outro vença,

Se a aurora raia sempre,


Se cada ano com a Primavera

As folhas aparecem

E como o Outono cessam?


E o resto, as outras coisas que os humanos

Acrescentam à vida

Que me aumentam na alma?


Nada, salvo o desejo de indifrença

E a confiança mole

Na hora fugitiva