17 de enero de 2009

Dragones modernos, ¿dónde está nuestro héroe?



Siempre me sentí inclinado a leer libros no “occidentales”, creo que por influencia de la época en que estuve bajo la sombra de Herman Hesse, por eso mi hija me ha regalado un librito de Henri Brunel “Los más bellos cuentos zen” (Ed. José J. De Olañeta, Editor) del que a ratos disfruto con su lectura y reflexión.

Ahora que parece que estamos hundidos en el fango movedizo de un nuevo ciclo histórico, debido a ese monstruo que algunos llaman terrorismo internacional más crisis económica, que marcará durante muchos años las decisiones políticas sobre la ciudadanía internacional, parece como si hiciera falta analizar desde otro punto de vista todo lo que nos pasa.


***

“Todos los países, todas las civilizaciones, cada una a su manera, narran la misma historia del héroe y el dragón. Es el combate mítico del Bien y el Mal, de la juventud y el valor derribando al monstruo abominable, del Justo aplastando a la Tarasca. El Zen recoge a su vez el mismo tema milenario. Pero lo trata de otro modo”.


Había una vez un hombre joven, pobre y bien formado, que era famoso por su valor. Por aquel entonces vivía en la montaña una especie de ogro, un monstruo que impedía el paso aterrorizando a los viajeros. Los campesinos, cuando anochecía, narraban sus terribles estragos. Nadie conocía su aspecto, pues nadie había regresado vivo de la montaña. Gobuki dijo que iría a enfrentarse con la bestia. Trataron de disuadirlo, la muchacha que lo amaba lloró y lo abrazó, pero nada hizo vacilar su determinación y su valor. Los campesinos más juiciosos le proporcionaron armas: un palo y una horca. El señor del lugar añadió a ello una lanza y una espada, y un soldado le dio una pesada pica. Así armado, Gobuki se fue solo a la montaña. Caminó durante tres días y, finalmente, a la mañana del cuarto, se presentó solo ante la caverna en la que vivía el monstruo. Éste salió enseguida, rugiendo y echando fuego por la boca. Verlo era horrible. Pero Gobuki, noblemente plantado, no retrocedió ni un paso.
Se quedaron así unos instantes, mirándose fijamente. El tiempo parecia haber quedado en suspenso, a la espera del drama. Finalmente, el monstruo exclamó:
“Por qué no sales huyendo como los otros?
¡No tengo miedo de vos! - dijo Gobuki.
¡Te voy a devorar! - rugió el monstruo.
Si queréis, mirad, pongo mis armas en el suelo, el palo, la horca, la lanza, la espada y la pesada pica de soldado; sé que no me tocaréis.
¡Pero bueno! ¿Cómo es que no te aterrorizo? -preguntó el monstruo, desconcertado.
Yo soy Atma, soy la Realidad universal, yo soy Eso. Si me devoráis, es que estáis loco, pues os devoraréis a vos mismo. Somos uno. Pero, por favor, si queréis hacerlo, estoy a vuestra disposición.”
El monstruo, anonadado, exclamó:
“No comprendo nada de lo que dices, pero contigo todo se me vuelve demasiado complicado. Los otros huyen aullando de miedo, yo los persigo, los mato y los devoro. Es todo muy simple. Pero ahora no sé que tengo que hacer. Y al fin y al cabo, prefiero abstenerme, creo que mi estómago no resistiría a un ser tan raro como tú. ¡Por favor, coge tus armas y vete!”
Y el monstruo, asqueado y triste, se retiró a su caverna.


***

Este pequeño relato puede ayudar a responder preguntas o al menos a reflexionar: ¿cómo sobrevivir a ese monstruo que nos ha precipitado a la actual situación?, ¿dónde está el héroe que lo puede vencer?

Me temo que aunque el monstruo se retire a la caverna, tarde o temprano saldrá otro con un nuevo disfraz y nosotros lo miraremos asustados...porque el miedo es necesario para que vivamos en sociedad, y siempre hay alguien que saque provecho de todo ello.

No hay comentarios: