31 de julio de 2008

Hojas de estío IV, Piglia

"A veces uno necesita creer en señales, en avisos que no supo ver" (R.Piglia)

Y estas señales uno las puede ver en las miradas de los otros, en el como y en el cuando. Pasear por la playa, rodeado de cuerpos tumbados, de cuerpos paseantes como el tuyo, es coleccionar señales del paso del tiempo, instantes soleados de futuros que no volverás a ver, que ya no serán los mismos, aunque se parezcan mucho.

Uno de los relatos que he leído de R. Piglia, "Un pez en el hielo", es una historia que navega entre dos tiempos, con personajes del presente y Pavese. Un momento, un instante del narrador que ve a su amada en los lugares a los que huyó para olvidar. "En el fondo tú escribes para estar como muerto, para hablar afuera del tiempo, para convertirte para nosotros en un recuerdo"

Unos escriben, trazan señales, avisos que otros leen o interpretan para seguir vivos.



24 de julio de 2008

Hojas de estío III . Precisión


"La precisión es probablemente la única cualidad literaria que no tiene equivalente inteligible, ni siquiera aproximado, entre las artes rivales, en todo caso entre aquellas con las que la literatura mantiene una relación habitual: la pintura y la música. Algo que debería ser para el escritor como una recomendación particular: ningún arte pierde nunca cuando profundiza en su singularidad irreductible" (A lo largo del camino, Julien Gracq)


17 de julio de 2008

Hojas de estío II. Paul Celan



Aunque no comprenda las palabras, ni los silencios de su voz oscura, no puedo huir del gran crimen que vió y que no ha cesado ni un solo día.
Paul Celan que tanto asombra a Kiefer al llenar con sus palabras los grandes lienzos, en la memoria grisienta de esta Europa, banal, soberbia, con reflejos fascistoides que estamos viendo en estos inicios del siglo XXI.


Todesfugue leido por Paul Celan

12 de julio de 2008

Hojas de estío I



Cada día huyo con más vehemencia de las multitudes, cada vez me asombra más la multitud que brama una actuación musical en un descampado sudoroso, la sensación de pertenencia que se transpira de los cuerpos juntados por un equipo de fútbol, la sonrisa bobalicona de la muchedumbre que aplaude a su líder.

Ahora en la playa, los cuerpos tendidos al sol, rellenando cada hueco de entre los miles de sombrillas, que perfuman la bruma del oleaje con sus cremas solares y que sueñan con volver a sus lugares de invierno todos con el mismo color tostado, se les ve felices.

Es como si ya no quisiera ser joven.