16 de mayo de 2008

Montaigne


Cuando empecé, casi como un experimento, este blog el título largo y rimbombante, que por cierto atrae gracias a “san google” a muchos montañeros y amantes de los ríos, surgió al pasear la mirada por las estanterías de mi pequeña biblioteca. Allí acumulando polvo y años aguardaban mis libros, silenciosos, altivos, impasibles como una montaña pero que al coger cualquiera de ellos y abrirlo, las palabras escritas surgían en la mente del lector con imágenes, pensamientos y recuerdos, como las aguas de un río profundo.

Por eso agrupo en la etiquetas de “montañas” aquellos escritores que más me interesaron y que continuo leyendo de tarde en tarde. Uno de ellos es Michel de Montaigne.

Michel Eyquem pensaba en voz alta y un escribano tomaba al dictado las frases que oía; así nació aquella agrupación desordenada que publicó con el nombra de Essais. Una colección de anotaciones de otros autores, de reflexiones sobre el pensamiento, la vida y los seres humanos, sin olvidarse de los animales, su vida cotidiana, sus enfermedades y una visión clara de la imposibilidad del conocimiento absoluto de toda la naturaleza. En el segundo piso de la torre principal de su castillo, rodeado de libros y documentos se debatió entre los divino y lo humano.

Montaigne quiere ser conocido, por eso escribe, pero no imitado. Escribir es una experiencia del yo y para el yo, que no puede quedar al margen de la actividad existencial del yo. Leer los Ensayos es comprender en qué consiste escribir, la vida y el pensamiento de todos los tiempos. Más de cuatrocientos años después estos ensayos siguen vigentes

Yo mismo cuando releo en el capítulo XVII de su Segundo libro frases como esta: “No sé agradar, ni deleitar, ni halagar: el mejor cuento del mundo en mis manos, se seca y se aja. Tan solo sé hablar en serio...”, veo la confesión cercana de alguien que quiere presentarse como humano, pero que como tengo subrayado en mi libro del Círculo de Lectores (1992) es demasiado humano: “el verdadero espejo de nuestras razones es el transcurso de nuestras vidas”. Algo de puro sentido común que muchos gobernantes, políticos, eclesiásticos y creadores no entienden la época que vivimos.

Montaigne murió en su castillo de Burdeos en 1592, cuando por las ventanas entreban olores de racimos de uva recién cortados. Todos sus manuscritos y libros los heredó su hija adoptiva Marie Le Jars de Gournay. Escritora ilustrada que publicaría varios libros entre ellos uno titulado "Egalité des hommes et des femmes" (en 1622), escrito en una de las épocas más negras de nuestra civilizada Europa, cuando en mucha de sus ciudades se encendieron miles de hogueras para quemar a miles de "brujas".

4 comentarios:

Nobel prize blogger dijo...

Estimad@ blogger

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Saludos

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Nobel Prize blogger

Amalia dijo...

¡qué bello! ¿qué bello? ¡qué bello!

Montaigne es mi filósofo escritor preferido, mi tesis trata sobre él y su dimensión escéptica (pues dimensiones tiene tantas que es inabarcable) Publicaré un ensayo sobre la amistad para Montaigne en el blog. Me gustaría que discutiéramos sobre la escritura, la especial escritura ensayística. El examen de sí través de la experiencia, uff podría hablar días y días sobre eso.

cariños

r.

La Africana dijo...

Todo muy bonito y se ve que la vena de escritor la llevas dentro.
Me gusta mucho tu blog;

el objeto a dijo...

ah, me han reconfortado esas citas humildes y pausadas, perdí en las mudanza una versión poche de sus Essais,

bonita esa etiqueta tuya de "montañas"