28 de mayo de 2008

EN DIQUE SECO


Conforme pasan los días he visto que en el mundo de los blogs también se produce aquello de:nace, se reproduce y muere. Por eso he pensado trasladar al dique seco unos cuantos blogs amigos que compruebo que se están quedando sin agua renovada, están en sequía, incluso algunos han decidido terminar.
Es como si la silla en la que se sientan para esperar sus palabras a su vez también esperara.
Y yo me pregunto, si han decidido dar por terminada su narración ¿Por qué no dicen,al menos, aquello de continuará?


24 de mayo de 2008

Evocación

El poder de evocación de la literatura es lo más grande que puedo encontrar en los libros que leo, es como si por encima de las letras y signos ortográficos flotase como una nube, una multitud de gotas de significado, que cada uno según su experiencia de vida puede ir rescatando y que el autor, posiblemente, ni siquiera puso allí. Ese poder es más intenso cuanto más atrás se hunden las frases que leemos en la memoria de la historia.

En el Japón del siglo X hubo una gran cantidad de mujeres escritoras, muchas veces escribían en forma de diario, que al relatar sus quehaceres y sus sentimientos han dejado una descripción de su tiempo y de sus personas con más fuerza que una pintura realista.

Uno de esos escritos es “El libro de la almohada” de Sei Shonagon, que es como una colección de anotaciones, igual que un blog, que redactaban hombres y mujeres cultos al retirarse por la noche a su alcoba. Antes de acostarse dejaban esos papeles en un mueble que estaba situado cerca de donde recostaban su cabeza para dormir.

En la selección de estas anotaciones que recoge el libro editado por Alianza Editorial y traducido por Jorge Luís Borges y María Kodama hay uno que por su elegancia y placidez llama la atención.

“Una vez un hombre, que siempre me mandaba una carta después de haber pasado la noche conmigo, declaró que nuestra relación no tenía sentido y que no tenía nada más que decirme. Nada supe de él al día siguiente. Cuando asomó el alba sin la acostumbrada carta de la mañana no pude evitar cierta melancolía. Me dije, a medida que pasaba el día: Bueno, realmente quería decir lo que me dijo.

Llovió muy fuerte al día siguiente. Llegó el mediodía sin que supiera nada de él. Era evidente que ya no se acordaba de mí. Al atardecer cuando yo estaba sentada al borde de la galería, un niño apareció con un paraguas abierto en una mano y una carta en la otra. Abrí la carta y la leí con demasiada premura. El mensaje era: La lluvia que hace crecer las aguas. Esto me pareció más encantador que si me hubiera enviado muchos poemas”

Se narra una historia de amor sin nombrarlo, siempre que el lector capte la evocación que se hace al amor con el agua que crece con la lluvia. Y si a esta fuerza de la literatura, de la poesía, le añadimos música entonces uno se halla a merced de los dioses de todos los tiempos.




18 de mayo de 2008

La oscuridad y la esperanza


1.- Sentado a la sombra del ginkgo biloba de los jardines de Monforte, he leído según un ex-jefe de los servicios secretos, que “algunas cosas es mejor que no se sepan nunca”. Es decir, la oscuridad y las cloacas son un bien para que el Estado funcione, de lo contrario esto sería el caos. Para ser libres nos tienen que ocultar ciertas actuaciones estatales. En todos los cuarteles, escuelas, iglesias y oficinas del Estado deberían poner un gran cartel que dijera “La oscuridad os hará libres”

2.- Hoy ha llovido, la ciudad sombreada por rayos y truenos se ha mojado con ganas. Hoy es de esos días que como cantan en “La flauta mágica”, la armonía de la amistad trae la felicidad a la tierra (iluso Mozart). Hoy es un día en que los escépticos incrédulos y los creyentes, los iluminados por la Fe y los que no la sienten, los pasea-vírgenes y los astronautas agnósticos, los de los campos de golf y los de Greenpeace, los del trasvase y los contrarios, se siente aliviados porque llueve.

3.- Según dicen ,cuando cayó la bomba de Hiroshima, uno de los pocos árboles que sobrevivieron cerca del epicentro fue un ginkgo biloba, representó la esperanza. Entre oscuridad estatal y armonía mojada por la primavera, uno bebe calmado su té verde en esta tarde valentina de mayo y piensa en qué demonios le pasa a la buganvilla de su terraza que se ha quedado anoréxica, casi sin hojas.

16 de mayo de 2008

Montaigne


Cuando empecé, casi como un experimento, este blog el título largo y rimbombante, que por cierto atrae gracias a “san google” a muchos montañeros y amantes de los ríos, surgió al pasear la mirada por las estanterías de mi pequeña biblioteca. Allí acumulando polvo y años aguardaban mis libros, silenciosos, altivos, impasibles como una montaña pero que al coger cualquiera de ellos y abrirlo, las palabras escritas surgían en la mente del lector con imágenes, pensamientos y recuerdos, como las aguas de un río profundo.

Por eso agrupo en la etiquetas de “montañas” aquellos escritores que más me interesaron y que continuo leyendo de tarde en tarde. Uno de ellos es Michel de Montaigne.

Michel Eyquem pensaba en voz alta y un escribano tomaba al dictado las frases que oía; así nació aquella agrupación desordenada que publicó con el nombra de Essais. Una colección de anotaciones de otros autores, de reflexiones sobre el pensamiento, la vida y los seres humanos, sin olvidarse de los animales, su vida cotidiana, sus enfermedades y una visión clara de la imposibilidad del conocimiento absoluto de toda la naturaleza. En el segundo piso de la torre principal de su castillo, rodeado de libros y documentos se debatió entre los divino y lo humano.

Montaigne quiere ser conocido, por eso escribe, pero no imitado. Escribir es una experiencia del yo y para el yo, que no puede quedar al margen de la actividad existencial del yo. Leer los Ensayos es comprender en qué consiste escribir, la vida y el pensamiento de todos los tiempos. Más de cuatrocientos años después estos ensayos siguen vigentes

Yo mismo cuando releo en el capítulo XVII de su Segundo libro frases como esta: “No sé agradar, ni deleitar, ni halagar: el mejor cuento del mundo en mis manos, se seca y se aja. Tan solo sé hablar en serio...”, veo la confesión cercana de alguien que quiere presentarse como humano, pero que como tengo subrayado en mi libro del Círculo de Lectores (1992) es demasiado humano: “el verdadero espejo de nuestras razones es el transcurso de nuestras vidas”. Algo de puro sentido común que muchos gobernantes, políticos, eclesiásticos y creadores no entienden la época que vivimos.

Montaigne murió en su castillo de Burdeos en 1592, cuando por las ventanas entreban olores de racimos de uva recién cortados. Todos sus manuscritos y libros los heredó su hija adoptiva Marie Le Jars de Gournay. Escritora ilustrada que publicaría varios libros entre ellos uno titulado "Egalité des hommes et des femmes" (en 1622), escrito en una de las épocas más negras de nuestra civilizada Europa, cuando en mucha de sus ciudades se encendieron miles de hogueras para quemar a miles de "brujas".

10 de mayo de 2008

1948, Israel.


(Foto de Alfred Domínguez)

En esta ciudad no puedo contemplar por la noche las estrellas, el resplandor de las calles deslumbra y oculta aquello que permanece desde hace millones de años, que pudieron contemplar tantos y tantos habitantes de estas tierras, la brillantez de la vida urbana nos lo impide.

Tanta iluminación, tanta luz, es como si quisiéramos un mundo sin sombras, sin contrastes. Iluminado todo como un escenario de televisión, lleno de color, nada de imperfecciones, ni arrugas, nada que nos pueda inquietar.

Las sombras inquietan aunque venimos de allí, del vientre materno lleno de sonidos y temblores en acogedora penumbra.

¿Por qué se dice “la noche de los tiempos”?, como si el pasado surgiera de la oscuridad, como si los recuerdos –anotaciones del tiempo- que yacen en fosos sin luz, de esa noche se rescatasen. Hace unos días tuve un sueño en el que paseaba por las habitaciones, corrales, retrete, bodegas de la casa de mis abuelos maternos, mi sorpresa al despertar era que el sueño había sido una recreación exacta de la casona, incluidas las sombras proyectadas por el candil de aceite.

En estos días, cielos grises con lluvias, la memoria que araña imágenes brillantes de la realidad para fijarlas en este espacio rescata una que surgió en aquel año de 1948, el nacimiento de un Estado que fundamenta su existencia en un libro. Es como si de la noche de los tiempos se materializara una palabra que acoge a millones de personas con una creencia común.

Ese país, el más europeo que tanto admiro, nacido tras el Holocausto aunque gestado muchos años antes, se mece ante el abismo de la intransigencia para dar a luz a otro pueblo perseguido y humillado. Es como si el resurgir de un pueblo del fondo uterino de Occidente precisara dar a luz a otro del que nadie se acordaba hasta la llegada de los primeros sionistas. El dolor del que surgió Israel no puede calmarse, no hay futuro, con el que se hunde en las entrañas de otros seres humanos de creencias diferentes.

En esta aldea global que habitamos no nos dejan ver las estrellas, el más allá de lo sensible. Todo está tan alumbrado que no podemos distinguir lo falso de lo verdadero y la luz que más deslumbra es el fanatismo.

Como dice Pascal Quignard “Todo hombre quiere creer que para la cerradura indescerrajable y chirriante y oxidada en que se ha convertido hay una llave” y eso es un sueño.


El año en que yo nací la ONU aprobó la Declaración de los derechos humanos y el Estado de Israel, dos sueños.

5 de mayo de 2008

No es tan fácil


En el Taller de escritura de la Nau Gran, al que asisto este cuatrimestre, ha surgido un debate sobre la naturaleza del relato. Los relatos que hemos escrito sirven para ver de forma práctica los diferente modos de expresar un pensamiento, una experiencia, un sentimiento, una opinión, una meditación aunque no se narre ninguna historia.

Yo creo que un relato es una historia narrada para la que el autor ha buscado un sentido y en la que el lector encuentra un reflejo del sentido de su propia experiencia vital. El uno y el otro se encuentran en la narración sin conocerse, la historia hará de lugar y tiempo para que el pensamiento se exprese de forma sugerente, muchas veces no muy evidente.

Dice Enrique Vila-Matas que “la literatura europea ha perdido fuerza humanista y nobleza espiritual para entregarse a las banalidades del frío gótico del futuro”; yo añadiría que hay que buscar sentido al instante que se narra para que el relato no quede vacío aunque esté suspendido como un acordeón en un momento cotidiano.

De los que llevamos leídos hasta hoy en el Taller, el de Ana María D. (que a continuación reproduzco) quizás sea el que más se ajusta a lo que debe ser un relato, en este caso breve, con pocos personajes, de forma clara y escueta que sugiere un tema importante como es el de matar o no matar. Algo tan cotidiano como la escena que describe, tan familiar y cálida, pero que encierra todo un esquema de reflexión sobre algo tan ajeno al mundo infantil como es el de la muerte.

El título del relato lo deja claro: NO ES TAN FÁCIL


"Estaban sentadas sobre la alfombra. A su alrededor esparcidos lápices de dibujo, cuadernos, cuentos y las piezas de un puzzle que estaban pacientemente montando.

La niña no paraba de hablar, de tal manera que la abuela se había quedado abstraída, con la mente lejos, acunada por el incesante parloteo.

Una pequeña araña se deslizaba entre la urdimbre de la alfombra; apenas se asomó ¡¡ZAS!!, quedó atrapada entre los dedos pulgar e índice de la abuela.

En ese momento la niña perdió todo interés en el puzzle que con tanta emoción se estaba esforzando a completar.

Con los ojos redondos de asombro sorprendió a la abuela:

- ¿POR QUÉ?

Ésta se vio bruscamente arrancada del mundo en que se había sumergido e inquirió a su vez

- ¿ Por qué QUÉ?.

- Abuela, acabas de aplastar a una araña.

- No, no…, y mirándose los dedos dijo perpleja, si, creo que si.

- Abuela, ¿por qué has matado a la araña? SIEMPRE dices que no se puede matar a nadie, ni a las plantas ni a los animales ni A NADIE.

La abuela pensando que se había metido en un aprieto le intenta explicar,

- Bueno hija no se mata, por supuesto, pero la araña que has visto, esa pequeña araña, se hubiera ido comiendo las hebras de la alfombra y nos hubiésemos quedado sin ella.

La abuela sintió un leve malestar y decidió cambiar el rumbo de la tarde proponiendo a la niña ir a la terraza a merendar.

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Iba lentamente deslizándose bajo un pesado sol, arrastraba una carga excesiva para su tamaño, pero con gran tesón avanzaba poco a poco, sin descansar, pensaba con alegría – mi familia estará orgullosa de mí, antes de que llueva habremos llenado la despensa y yo también he estado ayudando- se sentía muy cansada, pero iba a continuar, bajó la cabeza para tomar impulso cuando repentinamente notó que el sol desaparecía, algo se había interpuesto en su camino, sin darle tiempo a pensar el objeto cayó sobre ella y se hizo la nada.

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¿Qué has hecho niña, por qué has aplastado la hormiga?

- Porque se estaba comiendo mí bizcocho."