26 de noviembre de 2007

De herejes y monumentos.

En la ciudad alemana de Konstanz, a orillas del lago del mismo nombre, se celebró un Concilio entre 1414 y 1418 que dio fin al Cisma de Occidente, pero que también excomulgó y declaró herejes a dos famosos profesores universitarios: Jan Hus y Pedro de Luna.
Jan Hus, rector de la Universidad de Praga y seguidor de Wyclif murió quemado vivo en su ciudad el 6 de julio de 1415, el emperador de Alemania Segismundo lo había declarado su mayor enemigo y cumplió gustoso el conciliar mandato.
El otro hereje, Pedro de Luna i Gotor (el antipapa Benedicto XIII), que había sido profesor de la Universidad de Montpellier, murió en 1423 (se desconoce la fecha exacta) en su cama del castillo de Peñíscola (España). Estaba amparado y financiado por el rey de Aragón.

En 1915 se levantó un monumento en Praga al hereje Jan Hus como homenaje a su doctrina que prefiguraba en el siglo XV tanto las tesis de Martín Lutero como el nacionalismo checo. En 1995 el Papa dijo ante este monumento: "Hus es una figura memorable por muchas razones, pero sobre todo su valentía moral ante las adversidades y la muerte... Siento el deber de expresar mi profunda pena por la cruel muerte infligida a Jan Hus y por la consiguiente herida, fuente de conflictos y divisiones, que se abrió de ese modo en la mente y en el corazón del pueblo bohemio".Juan Pablo II


En este soleado noviembre se ha inaugurado la estatua del antipapa Pedro de Luna, a la sombra de su castillo de Peñíscola, con asistencia de las principales autoridades políticas de la ciudad y de la Diputación Provincial de Castellón que ha pagado al artista creador de la imagen Sergio Blanco, escultura que se alza para «reivindicar, fomentar, divulgar y legitimar su figura» en palabras del alcalde. Estatua que curiosamente tiene un cierto parecido a la del Papa Sixto V que preside la Plaza del Popolo en Fermo (Italia) y que realizó Accursio Baldi en 1590.

Dos herejes, dos monumentales homenajes, dos ciudades, dos sociedades con culturas y sentido de la historia muy distintas. Es posible que el flaneur (el viajero contemplador y reflexivo que disfruta a su manera del paisaje, el sujeto que pasea lentamente por las calles, que se entrega ociosa, imaginativamente, sin un plan prefijado), anónimo visitante, halle estos matices tan distintos de los dos herejes famosos.

21 de noviembre de 2007

Desde aquí


(Foto tomada de Roberto Zucco)


Desde aquí
vigilamos
el eccema de violencia que cubre el mundo
los movimientos de los ejercitos
y el hambre
algo de la desesperación que hay en el mundo
algo del sufrimiento
algo del dolor que chirría en los cuerpos
en la carne quemada.
Vigilamos
nada más.
(Traducción de Francisco J. Úriz)

Este es el título que el poeta danés Uffe Harder nos pone delante de los ojos como un cartel anunciador.
Para que cada uno pueda ubicar ese lugar desde donde vigilar.
Vigilar para ¿avisar el peligro que nos acecha y actuar? ¿contemplar el espectáculo de las desgracias ajenas? ¿para hacer gimnasia sentimental? ¿para secretar efluvios íntimos?

17 de noviembre de 2007

Berlín, seres humanos.


(Berlín 1944)

Hoy volvió Nur. de Berlín, feliz, contenta porque el miedo al avión se ha esfumado, se siente más libre. Su entusiasmo por Berlín no nace en los museos sino en las calles y sus gentes alegres. Es como si los berlineses tuvieran presente aquella frase de W. Benjamín, “la humanidad debe separarse reconciliada de su pasado y una forma de estar reconciliada es la alegría.”

Nur. pasó frío, dice que nevó y varios días llovió, pero a pesar de todo viene entusiasmada por la visita a la ciudad de los Spree y Havel. Le ha impresionado mucho más que París, Berlín está más viva, en construcción, más joven pero en continua lucha con los recuerdos de la historia, edificios que hay que decidir si se derriban o reconstruyen como eran en el siglo XIX, o en la época nazi o en la comunista; una ciudad que tiene muy en cuenta lo social, lo colectivo, a pesar de que vivió los dos más sangrientos y demoledores regímenes políticos que han soportado los ciudadanos de la Europa de la Ilustración, del Romanticismo. Son los ciudadanos con más vivencias por el imperio de las ideologías y ahora tienen que decidir,en la reconstrucción, cuál de ellas merece el recuerdo en piedra. Pero hoy Berlín la construyen otros jóvenes, seres humanos provistos de memoria y entusiasmo.

Yo, que procuro hacer estiramientos con la memoria y pesas con el entusiasmo, muchas mañanas, cuando miro por la ventana la calle llena de coches, la iglesia del barrio recién estrenada sin fieles, los tranvías llenos de estudiantes, cuando siento el frío que asoma por las ramas de las moreras casi desnudas, y escucho los lloros del niño de los vecinos que no quiere ir a la Guardería Infantil, entonces me inquieto como Marianne Larsen:

Es de mañana.

Las preguntas se presentan.

¿Qué van a hacer los seres humanos

hoy?

9 de noviembre de 2007

Joaquín y Josep

Stendhal en “Rojo y Negro” inicia cada capítulo con una cita, a modo de piloto luminoso que señala el camino a recorrer en la historia. Yo comienzo este apunte con la frase con la que inicia, a su vez, una historia el argentino Ricardo Piglia: “Hay distintas maneras de contar esta historia –dijo el pianista- porque no es cierto que una imagen valga más que mil palabras”.

Estos días podemos ver en Valencia (España) dos exposiciones de dos artistas de la imagen, con biografías muy diferentes tanto en el tiempo como en el espacio. Joaquín y Josep pintaron una realidad diferente, por tanto una proyección de su forma de pensar la vida también distinta. Yo creo que estas dos realidades en el mundo del arte resumen muy gráficamente las diferentes formas de entender el trabajo del creador. Uno es el que busca el triunfo en la sociedad establecida, que refleja una vistosidad complaciente y “bonita” mientras que el otro piensa que sus creaciones pueden o deben ayudar a cambiar la realidad injusta en la que vive, cambiar de una forma determinada. El arte como plácida postal o como mensaje propagandístico (publicitario) para inquietar o arrancar de la pasividad al espectador.

Cada uno en su quehacer artístico fueron importantes en su época pero ninguno de los dos aportó nada nuevo. Joaquín triunfó en vida, cuando Van Gog no vendió ni un cuado, ha conseguido ser alabado, exaltado, mercantilizado, por el espectador menos exigente (popular) y por banqueros, multimillonarios, políticos, príncipes. Su exposición se celebra en el nuevo centro cultural de una entidad bancaria valenciana.

Josep es aplaudido por el mundillo cultural ligado a la intelectualidad menos masificada, cuyo mensaje “revolucionario”, por decirlo de alguna manera, ha quedado acartonado en un mundo dominado por el pensamiento único; un mundo que no quiere ver que el otro mundo, el de los explotados y miserables no ha desaparecido y exige una respuesta que no pueden dar únicamente la multinacionales. Las obras de Josep se exponen en la Universidad de Valencia sin príncipes, gobernantes ni banqueros.

Los dos triunfaron, los dos valencianos, de dos épocas diferentes, dos vastos paisajes de palabras que resumen una belleza concreta y un compromiso con tu prójimo (cercano) también muy concreto. Para comprender tantas palabras escritas sobre estos dos mundos, hay que ver las dos exposiciones, después acercarte a la playa de la Malvarrosa y mirar el horizonte preguntándote ¿en todo este tiempo ha cambiado algo?, mientras escuchas una composición para piano de Erik Satie que, por cierto, vivió en los mismos años que Joaquín Sorolla.


6 de noviembre de 2007

Entusiasmo

Esta grieta tan sencilla, en el Pebret de Peñíscola, rasgada en el roquedal golpe a golpe, con salitre, y sol me ha recordado unas páginas de una ilustrada francesa.Madame de Stael, que desde niña vivió la cultura del final de siglo XVIII francés y que luego practicó, su opulencia se lo permitió, un estilo de vida culta que para la mujer de su tiempo no estaba bien visto: libertad de pensamiento y de movimiento.

Entre sus publicaciones hay un libro, “Alemania” (1810), en el que desparrama de forma muy elocuente su admiración y alabanzas a la cultura alemana. Muchas de sus opiniones por obvias han envejecido muy mal, pero al final del libro escribe un pequeño artículo sobre un tema muy de actualidad, el entusiasmo. Algo que es fácil de fomentar pero difícil de mantener durante mucho tiempo constantemente. Escribe Germaine Necker :

“Muchas personas se previenen contra el entusiasmo; lo confunden con el fanatismo, y es un gran error. El fanatismo es una pasión exclusiva, cuyo objeto es una opinión; el entusiasmo se repliega a la armonía universal: es el amor de lo bello, la elevación del alma, la alegría del sacrificio, reunidos en un mismo sentimiento lleno de grandeza y de serenidad. El sentido de esta palabra tiene su más noble definición entre los griegos: entusiasmo significa <>. En efecto, cuando la existencia del hombre es expansiva, tiene algo de divino.”

Termina calificando el entusiasmo como dignidad moral (palabra muy destrozada en estos tiempos, por estos paisajes valentinos):
“La tempestad de las pasiones se apacigua, los placeres del amor propio se marchitan: sólo el entusiasmo es inalterable; el alma misma se desplomaría en la existencia física, si no la arrancara al vulgar ascendiente del egoísmo algo magnífico y animado. Esta dignidad moral, que nada podría alcanzar, es lo más admirable que hay en la existencia; por ella, y en las penas más amargas, es hermoso haber vivido, como sería hermoso morir”

1 de noviembre de 2007

Campo Santo

Estoy leyendo el último libro publicado de W.G. Sebald titulado precisamente “Campo Santo” El libro lo constituye una serie de relatos que el autor estaba recopilando para una posible obra más amplia sobre Córcega; luego siguen unos ensayos sobre literatura que todavía no he leído. Es el típico libro póstumo que se publica con esos trabajos durmientes en los cajones del fondo del escritorio.

Como estamos en días de difuntos y cementerios, recojo aquí unos párrafos sobre su visión de los cementerios corsos y sus costumbres, algo de lo que no se suele hablar mucho por asociación con lágrimas y tristeza.

“En un relato de 1893 se dice, por ejemplo, que nadie utilizaba el cementerio municipal de Ajaccio a excepción de los pobres y los protestantes, llamados luterani. Según todas las apariencias, los deudos no querían o no se atrevían a llevarse a un muerto que poseía una parcela heredada de su propiedad. El entierro habitual en Córcega durante siglos en la tierra heredada de los antepasados era como un contrato sobre la inalienabilidad de esa tierra, renovada tácitamente de generación en generación, entre cada difunto y sus antecesores. Por eso, de paese a paese, se tropieza con pequeñas moradas para los muertos, cámaras mortuorias y mausoleos: aquí bajo un castaño, allá en un bosquecillo de olivos animado por luces y sombras, en medio de un bancal de calabazas, en un campo de avena o en una ladera cubierta de eneldo verde amarillento de fino follaje.... Leí también, en una fuente que ahora no puedo recordar, que muchas de las viejas mujeres corsas tenían la costumbre de ir después del trabajo a las moradas de los muertos, para escucharlos y pedirles consejos sobre el aprovechamiento de la tierra y otras cuestiones relativas a la buena ordenación de la vida. Durante mucho tiempo, a los que no tenían tierra –pastores, jornaleros, campesinos italianos y otros indigentes-, cuando morían se los metía en un saco, el cual era cosido y arrojado a un pozo, que se tapaba acto seguido”

Con estos párrafos de su visita a Córcega, Sebald introduce al lector en unas reflexiones sobre la muerte, ceremonias y memoria. Al contrario que en tiempos antiguos, en nuestra sociedad actual a los muertos ya no se les “consulta” porque no creemos en su “realidad”, quizás ya no son útiles para nuestra forma de vivir tan “presentista”, olvidando que el tiempo humano es pasado, presente y futuro.

En los párrafos finales el escritor alemán dice:

“En cambio, en las sociedades urbanas de finales siglo XX, en las que, de una hora a otra, todo el mundo es reemplazable y en realidad ya superfluo desde su nacimiento, lo que importa es arrojar continuamente lastre por la borda, olvidar sin descanso todo lo que se podría recordar: la juventud, la infancia, el origen, nuestros progenitores y antepasados.”

El origen, ese es el dilema ¿donde señalamos el origen?. Por eso algunos no quieren recorrer los cementerios ni las cunetas de las carreteras de muchos pueblos de España, Chile, Argentina, Guatemala, Kosovo, Irak, Rusia, ....