15 de junio de 2007

Animales pacíficos


Cuando uno pasea por las ciudades que visita, encuentra muy a menudo, estatuas y monumentos dedicados a mostrar y magnificar a ciudadanos, santos o reyes que han destacado en la historia local por sus obras literarias, científicas, batallas, reinos o santidades más o menos conocidas. Pero hay un personaje que no tiene monumentos y es el de aquel que se opuso a la exaltación, en nombre de Dios o de la patria, del baño de sangre guerrero; aquel que luchó hasta padecer la cárcel por no empuñar un fusil, aquel que puso sus conocimientos contra la guerra o guerras santas. Es una persona odiada y ultrajada por todos los regímenes políticos y todas las teocracias de la historia. ¿Dónde está la calle o monumento al pacifista desconocido?

Uno que se maravilla de las grandiosas catedrales edificadas a la mayor gloria de aquel nazareno del año cero, no ve en las lápidas admiradas por miles de fieles de todas las épocas, ninguna referencia a los que siguieron atentos el sermón de la montaña y su Bienaventuranzas, en especial aquella que dice: “bienaventurados los pacíficos (pacificadores, luchadores por la paz)…”. Uno ve en esas casas de Dios, sepulturas de hombres armados con espadas y puñales, es curioso que no haya ninguno con misiles, metralletas o pistolas (como si desde la aparición de las armas de fuego ya no existan estadistas santos).

Todo esto me envuelve como una neblina al recordar estos días el comportamiento de ilustres profesores, cardenales y políticos con el llamado proceso de paz en nuestro País Vasco. Se ha insultado, denigrado, ultrajado a los que se atrevían a entablar un diálogo con el enemigo, el otro, el que golpea mi mejilla. Es como si los que gritan “a por ellos”, fueran pontífices del miedo, necesario para que haya más víctimas, más odio. ¿Es posible que después de tantos miles de años de evolución no se atisbe una rendija en los nuevos telones de acero mentales y podamos ver cómo el verbo, el lenguaje, lo más humano que tenemos, destruye para siempre el recurso de los violentos?

Bertrand Russell, el filósofo anti belicista que pisó la cárcel, con Premio Nobel de Literatura incluido, a la edad de 89 años por oponerse a las armas nucleares, dice: “Descubrir un sistema para evitar la guerra es una necesidad vital para nuestra civilización; pero ningún sistema tiene posibilidades de funcionar mientras los seres humanos sean tan desdichados que el exterminio mutuo les parezca menos terrible que afrontar continuamente la luz del día”

Estos días he releído su libro “La conquista de la felicidad” (1930) y en su prefacio antes de tratar el interrogante ¿Qué hace desgraciada a la gente? transcribe los siguientes versos de Walt Whitman:

“Creo que podría transformarme y vivir con los animales. ¡Son tan apacibles y dueños de sí mismos!

Me paro a contemplarlos durante tiempo y más tiempo.

No sudan ni se quejan de su suerte,

no se pasan la noche en vela, llorando por sus pecados,

no me fastidian hablando de sus deberes para con Dios.

Ninguno está insatisfecho, a ninguno le enloquece la manía de poseer cosas.

Ninguno se arrodilla ante otro, ni ante los congéneres que vivieron hace miles de años.

Ninguno es respetable ni desgraciado en todo el ancho mundo…”

Por eso, a veces, cuando veo las noticias de Darfur, Irak, Líbano, Afganistán, Irak, Palestina, los “misiles preventivos” de Bush y Putin, quisiera volver a ser aquel microorganismo pluricelular protisto coanoflagelado de hace 900 millones de años, mucho antes de que iniciara la impresionante travesía hace 150.000 años en su viaje desde África, cuando dejó de ser un “almado” apacible.

7 comentarios:

Isa Segura B. dijo...

Y por ahí sostienen que esto es evolución, miedo da pensar entonces en cuál será el siguiente eslabón.
Saludos.

Luis Rivera dijo...

Jay Goluld afirma que el único ente vivo que tiene garantizada la vida a partir de la mutación, es la bacteria. Lo dice, (a Punset en su libro "Cara a cara con la vida, la mente y el universo) muy en serio.

Puedo comprender cuanto escribes, pero me pregunto si comparto una angustia que reconozco inútil. El ser humano, que humano y ser, es violento porque conoce los logros que se obtienen del uso de la violencia: ofensiva y defensiva.

La más, a mi entender, más relevante experiencia del hombre en su historia, es el Holocausto, la Shoah, como muestra de la banalidad del mal (Hanna Arendt) aplicado de manera fría, racional y desemocionada a seres catalogados como no humanos, o infra humanos.¿Y qué? Hoy la tenemos en la recámara de la historia.

Un Presidente de la Primera República Española abandonó su cargo por no firmar una sentencia de muerte.

Tienes toda la razón, pero intuyo que es la misma razón del elefante que se queja por no poder volar o del escorpión que hinca el aguij´´on en medio de la charca en el pescuezo de la rana, porque "esa es su naturaleza"

Luis Rivera dijo...

Es Jay Gould, y no Goluld.

Juan dijo...

Qué interesante. Voy a ser polémico.
En los timepos antiguos se admiraba que los pueblos que estaban preparados para la guerra, y que eran disciplinados, y resistentes, y se mantenían en forma y alerta. En cambio los pueblos que se abandonaban, y se ablandaban, y se despreocupaban de los peligros, y se entregaban a las comilonas y a la vida fácil, eran despreciados, y se consideraba que pronto serían sometidos y perderían su libertad.
Los griegos, los romanos, sus enemigos los galos, los pueblos germánicos....¿qué decir de los pueblos germánicos? Los indios nativos norteamericanos rendían culto al bravo guerrero, y los Aztecas, ¿y el Japón?
"I have been born of the same as the war was born,
The drum-corps' rattle is ever to me sweet music" Walt Whitman
Yo, que soy un poco taoísta, creo en la integración de contrarios. Creo que no debemos renunciar a ninguna de las dos cosas. Hay momentos para el pacifismo y el diálogo, y hay momentos para el silencio, la dureza y la guerra.
Los mismos que ahora desprecias porque te parecen "pontífices del miedo" tienen precisamente esas cualidades que un día pueden salvarte la vida

Luis Rivera dijo...

Juan: la violencia está en la naturaleza del hombre, como el deseo de paz. Depende del objetivo, de la situación, de la angustia... Las guerras de Roma tenían un objetivo fundamental: no trabajar, vivir a expensas de los pueblos conquistados; dicho en un sentido muy anecdótico, claro.

Júlia dijo...

El pacifismo como valor es una idea -creo- bastante moderna. No hace muchos años, en el museo londinense de la guerra montaron una exposición recogiendo -y reivindicando- testimonios pacifistas, que, en su época, habían sido vilipendiados e incluso encarcelados, sólo hay que pensar en la mala prensa -con consecuencias dolorosas- de la 'cobardía'.

Las calles antiguas llevan nombres de muchos militares, pero es que incluso cosas como la ingeniería, los inventos, se forjaban en el campo militar, que era el de la innovación -por el interés-.

Me sorprendió ver que un grupo de bou scouts lleva, actualmente, en Hospitalet, el nombre de Quico Sabater, que puede reivindicarse tanto como se quiera, pero que no me parece el más adecuado, porque no era precisamente un angelito, o sea, que estos temas todaví despiertan admiración.

Ahora bien, tampoco comparto el desprecio progre hacia ejército y policía, necesarios todavía en nuestra sociedad, ni ese hacer 'volar colomets' que nos ahoga, tan poco realista con el mundo en qué vivimos.

Conciencia Personal dijo...

Una sociedad habitada por animales sería más humana. Coincidentemente leo la antología de Bertrand Russell, realizo un trabajo para la maestría, sobre los tres clases de conflicto del humano, bajo los postulados del filósofo:

"La lucha de los hombres son de tres clases, hay conflicto entre: hombre y naturaleza; hombre y hombre; y hombre consigo mismo"

Saludos.